
Muchos economistas pronosticaron una recesión en Europa para finales del año pasado. La profecía se cumplió en el segundo trimestre de este año, al registrar dos trimestres seguidos de crecimientos negativos en los países del euro. Sin embargo, en España varias instituciones revisaron al alza sus pronósticos para este año. La última, el Banco de España, que elevó el PIB al 2,6%.
¿Vamos mejor que el resto, como dice el Gobierno?, ¿por qué España escapa a la recesión y los ciudadanos no lo notan en su bolsillo? Nuestro país crece más rápido porque cayó mucho más. Su economía se hundió más del 10% por la pandemia y Calviño anunció esta semana que acaba de recuperar el nivel previo al coronavirus, mientras que los grandes del euro hace ya tiempo que superaron ese bache. Por tanto, no es cierto que vayamos mejor que los demás, la recuperación fue más lenta.
España cuenta con dos palancas que explican este repunte: el turismo y los Next Generation. Somos los segundos receptores de fondos europeos con más de 150.000 millones. El Banco de España señala en su informe trimestral a la inversión empresarial y el sector exterior como los dos principales elementos que impulsaron este crecimiento.
La inversión empresarial crece a buen ritmo, aparte de por el descenso de la energía y la práctica desaparición de los cuellos de botella, por los fondos NextGen, mientras que el tirón de las exportaciones proviene en gran parte de los servicios turísticos, según el Banco de España. La institución añade que, junto a las ayudas europeas, las subvenciones del Estado por la crisis de Ucrania, así como la subida de los sueldos de los funcionarios, provocan "un incremento del gasto público con un impulso expansivo". Excepto el turismo, son medidas temporales, los fondos europeos los gastaremos de aquí a 2026. Gasto público y NextGen aportan, por tanto, el estirón extra del PIB.
Estas ayudas públicas amortiguaron la caída de la actividad durante la pandemia. El desempleo se mantuvo a raya gracias a instrumentos como los Ertes, que permitieron a muchos subsistir pese al cierre temporal de sus empresas.
El Gobierno presume, además, de haber creado más de medio millón de empleos en lo que va de ejercicio y de que la población activa alcanzó un récord de 20,8 millones en mayo. Los datos son contradictorios, porque el número de horas trabajadas sigue por debajo de 2019, lo que significa que el empleo se ha repartido, pero no crece. El paradigma son los fijos discontinuos, alrededor de un millón, que en la situación anterior figurarían como parados largas temporadas. Ahora se contabiliza como fijo cualquiera que trabaje una semana al año, aunque sea para echar una mano en un negocio familiar.
De todas las maneras, una de las características de esta crisis es que no destruye empleo como las anteriores. Casi toda Europa está en pleno empleo pese a la recesión, al igual que Estados Unidos. La digitalización, en vez de destruir miles de trabajos, ha creado nuevos perfiles, mientras que el fin de la globalización ha provocado que las empresas traigan sus partes de las cadenas de producción a Occidente para luchar contra los desabastecimientos.
Sánchez tiene, sin embargo, un grave problema: una cosa son las grandes cifras macro y otra la sensación de los ciudadanos, que no llegan a fin de mes. ¿Por qué? Los salarios han perdido casi seis puntos de poder adquisitivo por la inflación y en parte gracias a unos sindicatos domesticados, que han eludido echarse a la calle para reivindicar salarios mayores.
La prueba del algodón está en la renta per cápita de los españoles, entre las más bajas de la OCDE, con pérdida de más de 10 puntos en los dos últimos años. Si cada vez somos más pobres, ¿cómo es que la economía va tan bien? Hay un efecto estadístico y es que las cifras oficiales esconden la realidad.
Por eso, una de las primeras medidas de Feijóo, si llega al Gobierno, será pedir una auditoría para conocer no solo cómo están las cuentas si no cómo se miden datos fundamentales como el crecimiento, la inflación o el desempleo.
El número de empleados está inflado en alrededor de un millón por los fijos discontinuos, lo que situaría la cifra real en torno a los cuatro millones. La inflación se modificó para quitarse peso a los productos energéticos, los más alcistas, mientras que para endulzar las tasas de crecimiento, Calviño llegó a cambiar al presidente del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El Gobierno presume de una inflación inferior al 3%, entre las más bajas de Europa. Pero sabe que la cifra no es sostenible y está sujeta a fuertes vaivenes en los próximos meses. Calviño se puso nerviosa esta semana en una entrevista con Susana Griso en Antena 3, donde llegó a pedir que no subieran más los tipos de interés.
Con una economía dopada por el gasto público y los fondos europeos, como hemos visto en este artículo, el crecimiento se resentirá en los próximos años en la medida que estos dos motores reduzcan su empuje, a lo que hay que añadir el frenazo producido por el encarecimiento de la financiación de empresas y familias. Esta es la gran incógnita en estos momentos.
Sánchez presume de una tasa de inflación inferior al 3%, de las más bajas de Europa. Según el Banco de España, "esta corrección se apoya, fundamentalmente, en la desaceleración de los componentes energéticos y de los alimentos". Pero a renglón seguido avisa que "de cara a futuro, diversos factores podrían redundar en una cierta resistencia a la baja de las presiones inflacionistas". Los futuros apuntan a que los precios de la energía, sobre todo del gas, subirán a medida que se acerque el invierno y la sequía provocará una evolución al alza de algunos alimentos, como se ve en los análisis recogidos hoy en elEconomista.
Hay un tercer factor de riesgo más moderado, según el Banco de España: "La posibilidad de que puedan producirse efectos de segunda ronda sobre la inflación debido a los salarios y a los márgenes empresariales".
La institución dirigida por Pablo Hernández de Cos alerta de que el alza salarial media recogida en los convenios para 2023 está en el 4,3%, casi punto y medio por encima del año pasado, mientras que los costes laborales crecieron el 6,2% en el primer trimestre. No obstante, confía en que se modere gracias al Acuerdo de Negociación Colectiva firmado por los agentes sociales.
En cuanto a los márgenes empresariales, de acuerdo con la Central de Balances "habrían repuntado en el primer trimestre, si bien el margen sobre ventas aún se encontraría por debajo del nivel registrado en 2019". La institución destaca la elevada heterogeneidad, dependiendo del sector, y apunta a una "cierta ralentización de los precios y de los márgenes empresariales en el futuro".
La mejora del PIB es temporal, se basa en el turismo y los fondos europeos. El invierno será duro
En conclusión, que la evolución de los precios va a depender, sobre todo, de los alimentos y de la energía este invierno. Las previsiones del Banco de España son, en aspecto, negativas porque el índice general pasaría del 3,2% este ejercicio al 3,6% el que viene, mientras que la tasa subyacente -que recoge alimentos y energía- repuntaría al 4,1%.
Los datos españoles explican por qué Christine Lagarde dejó abierta la posibilidad de subir los tipos de interés en julio tras el alza de junio al igual que Powell, pese a que Estados Unidos esté a las puertas de una recesión. El presidente de la Fed matizó que las alzas serían paulatinas y de menor calado.
Los economistas próximos al BCE consultados por elEconomista aseguran que lo importante no es ya cuánto subirán las tasas (alrededor de medio punto adicional), sino cuándo comenzarán a bajar y esto se ve con mucha lejanía. Una vez alcanzado su cénit, los tipos de interés pueden permanecer altos durante un par de años hasta reconducir los precios a niveles del 2%, teniendo en cuenta que la inflación europea (6,1%) duplica a la española, como le gusta recordar a Calviño.
En resumen, estamos en un sueño de verano, el invierno será más crudo y el potencial de mejora de la economía es limitado, como reconoce el Banco de España con previsiones del PIB pegadas al 2% en los próximos años, si no se acometen importantes reformas, que brillan por su ausencia en los programas conocidos hasta ahora tanto del PSOE como del PP. Por eso seguimos si notar las mejoras estadísticas en nuestros bolsillos.