Uno de los requisitos implícitos de cualquier libro empresarial, de biografías de emprendedores, o de autoayuda, es que tenga un tono optimista y nos muestre el poder de la perseverancia a la hora de alcanzar nuestras metas. La mayoría de los éxitos de ventas en este campo, tales como el libro de Angela Duckworth Grit: El Poder de la Pasión y la Perseverancia, o el de Malcolm Gladwell Fuera de Serie: Por Qué Unas Personas Tienen Éxito y Otras No, nos muestran infinidades de ejemplos de personalidades extraordinarias que alcanzan sus objetivos después de una cantidad ingente de tiempo de dedicación (como la famosa regla de Gladwell de las 10.000 horas).
Sin embargo, ninguno de estos relatos cuenta la historia de aquellas personas que habiendo empleado la misma cantidad de dedicación no alcanzan sus metas. El mundo en que vivimos es aleatorio y, además, la mayoría de las veces no disponemos de toda la información relevante cuando nos enfrentamos a un problema. En consecuencia, en ocasiones puede ser mejor renunciar a nuestras metas que perseverar en ellas. Le puede interesar: Las 7 fuentes de ventajas competitivas.
"Si tuviese que enseñar a alguien una habilidad para mejorar su toma de decisiones, la primera habilidad que enseñaría sería renunciar, ya que la opción de renunciar es lo que te permite reaccionar en un entorno cambiante". Esta afirmación tan sorprendente es de Annie Duke (jugadora profesional de póker y autora de varios libros populares sobra la toma de decisiones) y proviene de su última obra publicada en 2022, Quit: The Power of Knowing When to Walk Away. El libro es una fascinante exploración del concepto de renunciar y de su poder como herramienta para mejorar el proceso de nuestra toma de decisiones. Basándose en su experiencia como jugadora profesional de póker y de su conocimiento de la psicología académica, Duke proporciona una perspectiva única sobre renunciar que desafía algunas nociones tradicionales de perseverancia y determinación.
Una de las premisas del libro es que la clave del éxito de muchas personas no está simplemente en perseverar ciegamente. Más bien, lo importante consiste en perseverar en aquello que merece la pena y que tiene una elevada probabilidad de llegar a buen puerto y dejar el resto. A lo largo del libro Duke nos muestra infinidad de casos en los que los protagonistas deberían haber renunciado antes: los últimos años de la carrera de Muhammad Ali; escaladores que alcanzaron la cima del Everest cuando debieron haber retrocedido antes, para morir más tarde; empresarios que deberían haber dejado su empresa cuando había indicios de que el negocio no iba a prosperar, y que acabaron dilapidando más dinero del necesario; o trabajadores que no cambiaron de empresa incluso cuando un cambio era obviamente la mejor opción. Lea también: Enron, el fraude de todos los fraudes.
¿Qué nos lleva a que tengamos tanta reticencia a dejar algo ya empezado? La razón es una combinación de sesgos conductuales ampliamente investigados en la literatura de la economía del comportamiento, y popularizados por autores como Amos Tversky, Daniel Kahneman y Richard Thaler. Me refiero a conceptos tales como la aversión a la pérdida, los costes hundidos y los sesgos de la dotación y del statu quo. La inversión más importante es en nuestras propias vidas.
La aversión a la pérdida predice que las personas sentimos el dolor de perder más intensamente que el placer de ganar. En otras palabras, preferimos evitar las pérdidas en lugar de adquirir ganancias equivalentes. A la hora de enfrentarnos a la posibilidad de renunciar, la aversión a la pérdida tiene potentes implicaciones. Cuando elegimos, la aversión a la pérdida hace que prefiramos las opciones que tienen la menor pérdida absoluta asociada, aunque nos generen una menor utilidad a largo plazo. Esto provoca que nuestra aversión a asumir pérdidas hace que tomemos decisiones que no tomaríamos si empleásemos un cálculo racional de la situación.
La aversión a la pérdida también predice que las primeras pérdidas las sentimos más intensamente que las siguientes, y por lo tanto cuando cognitivamente estamos operando en el rango de las pérdidas nuestro comportamiento pasa a ser más propenso al riesgo, ya que queremos recuperarnos de las pérdidas, sin importarnos mucho si incurrimos en pérdidas adicionales. A la hora de renunciar, Duke relaciona este fenómeno con lo que ella denomina "el aumento del compromiso". Este efecto se produce cuando las cosas no se desarrollan según lo habíamos planeado, pero en vez de renunciar al plan original "redoblamos" en nuestros esfuerzos (por ejemplo, cuando el precio de una de nuestras acciones cae sentimos que tenemos que aumentar nuestra apuesta). Adicionalmente, el efecto de cómo valoramos los costes hundidos en estos casos nos impide renunciar, ya que consideramos que los esfuerzos que hemos realizado han sido en balde si no persistimos en ellos. En realidad, los costes hundidos (ya sean recursos, tiempo o dinero) no deberían tenerse en cuenta a la hora de tomar decisiones a futuro.
¿Cuáles son las recomendaciones de la autora para poder mitigar estos sesgos conductuales tan enraizados? Las dos recomendaciones más importantes son establecer criterios de eliminación y empezar primero por la parte difícil de los problemas. Los criterios de eliminación son simplemente un mecanismo que nos ayuda a renunciar por adelantado, ya que una vez que estamos inmersos el aumento de nuestro compromiso nos hará imposible renunciar. Por ejemplo, antes de empezar un nuevo trabajo, prométete que, si en 18 meses no eres feliz o has alcanzado una meta bien definida, te pondrás a buscar un trabajo.
Empezar por la parte difícil de los problemas puede sonar contraintuitivo, pero vuelve a estar sólidamente fundamentado en los principios de la economía del comportamiento. Además de evitar perder el tiempo al solucionar primero las partes fáciles de un problema para encontramos más tarde con un obstáculo insuperable, el enfrentarse primero a lo difícil tiene la ventaja de que nos permite ver inmediatamente si merece la pena perseguir una meta, además de que nos será más fácil dejarla si nos damos cuenta de que hay mejores alternativas. De nuevo, es crucial evitar el aumento de nuestro compromiso y la aversión a perder los pequeños avances que hayamos podido lograr.
La importancia de las metas es otro factor clave a la hora de renunciar, un tema tratado en uno de los capítulos más interesantes del libro. Aunque fijarnos metas es importante para nuestro bienestar y autoestima, las metas tienen también un lado oscuro. En particular, la mayoría de las metas que nos fijamos tienen un carácter de "todo o nada", son inflexibles y nos evitan explorar otras oportunidades disponibles.
Una vez que fijamos una meta no solemos revisitarla, a pesar de que las condiciones de nuestro entorno hayan cambiado. Las metas fijadas de esta manera acentúan los sesgos conductuales anteriormente mencionados. Duke aconseja establecer metas flexibles, ya que en caso de tener que renunciar no tendremos la sensación de haber perdido nuestro tiempo en balde, que las revisitemos de manera recurrente y que midamos el progreso realizado no en función de si hemos alcanzado la meta o no, sino en función del punto de partida inicial.
El libro concluye con el siguiente pensamiento: "cuando nos preocupa que renunciar significa que hemos fallado, ¿qué significa fallar exactamente? Si renuncias a algo que ya no merece la pena ser perseguido, eso no es fallar. Es un éxito." Como bromea Richard Thaler, "abandone lo que esté haciendo ahora y lea Quit". No puedo estar más de acuerdo: encontrará su lectura valiosa, mejorará su toma de decisiones y entenderá cómo poder librarse de situaciones insatisfactorias y avanzar hacia objetivos más importantes.
'Ficha técnica'
Título: Quit: The Power of Knowing When to Walk Away.
Autora: Annie Duke.
Editorial: Penguin Random House, 2022, pp.336, tapa dura.
Javier López Bernardo, PhD., CFA, es miembro de CFA Society Spain.