Uno de los acontecimientos más mediáticos del año pasado fue sin duda la quiebra de FTX, la plataforma de trading dedicada a la compraventa de criptodivisas. En su momento más álgido en 2021, la compañía llegó a tener más de un millón de usuarios, siendo la tercera plataforma por volumen de transacciones y estando teóricamente valorada en 32 mil millones de dólares. Meses más tarde, la compañía se declaraba insolvente, destapando un modelo de negocio fraudulento, sin controles internos y liderado por un grupo de personas sin experiencia (ni escrúpulos) de ningún tipo. Inevitablemente, la caída de FTX se ha comparado al fraude de todos los fraudes, el de Enron Corp.
Después de pasados más de 20 años de la quiebra del gigante energético, en diciembre del 2001, el libro de referencia para entender la historia completa de Enron sigue siendo The Smartest Guys in the Room: The Amazing Rise and Scandalous Fall of Enron, de Bethany McLean y Peter Elkind (y sobre el que está basado el documental del mismo nombre). En las más de 400 páginas que componen la obra, los autores nos cuentan con todo lujo de detalles el ascenso, la caída y las razones que llevaron a un grupo de personas con credenciales excelsas a tomar la ruta que tomaron. El libro fue publicado originalmente en el año 2004 y reeditado en el año 2013, ya que en el momento de la publicación de la primera edición los litigios legales contra Enron seguían estando activos, y no se resolverían completamente hasta años después. Le puede interesar: El CEO de FTX ve factible reanudar las operaciones.
¿Qué similitudes y diferencias podemos sacar entre Enron y FTX? ¿Hay alguna enseñanza que se pueda generalizar y que valga para los reguladores, los propios trabajadores de las empresas y, más concretamente, los inversores?
Si empezamos por las diferencias, la primera que sobresale al leer la saga de Enron es que, en contraposición a FTX, su negocio tenía originalmente un propósito y era además legítimo. Creada inicialmente en 1985 como la fusión de dos empresas (Houston Natural Gas, una empresa de Florida, e InterNorth, una empresa de Omaha), Enron se dedicaba inicialmente al transporte y comercialización de gas natural. Las décadas de 1980 y de 1990 se caracterizaron por la desregulación del sector, y todas aquellas empresas que tenían contratos de suministro con sus clientes a precio fijo vieron como sus pérdidas aumentaban según los precios del gas que tenían que comprar aumentaban. En los años siguientes, Enron, que había sido un adalid ideológico de la desregulación, tuvo que adaptar su modelo de negocio a los nuevos tiempos, creando algunas innovaciones (como el mercado de derivados de gas natural) que realmente eran útiles ya que con el tiempo han acabado siendo prácticas aceptadas por el resto de la industria. Lea también: ¿Lehman o Enron? Esto opinan algunos gurús de la economía y de las 'criptos' sobre la quiebra de FTX.
En segundo lugar, a diferencia del equipo directivo de FTX, poco maduros y sin ninguna experiencia, el de Enron era, para los estándares de la época, una colección de pesos pesados. Kenneth Lay, doctor en economía, que había medrado rápidamente en círculos gubernamentales y había acabado siendo el director ejecutivo de Houston Natural en 1984, fue el promotor de la fusión de las dos compañías y acabó siendo director ejecutivo de la empresa resultante. A su lado estaba Jeff Skilling, consultor en McKinsey, que empezó a trabajar en proyectos con Enron en 1987 para, finalmente, acabar uniéndose a la compañía en 1990. Estas dos personalidades definirían el modelo de negocio de Enron durante la década siguiente. Así mismo, Enron contaba con un amplio ejército de traders que eran considerados el modelo a seguir por sus competidores, por no hablar del ingente número de empleados con los que contaban el resto de sus divisiones.
La tercera diferencia es la sofisticación de los métodos empleados para cometer el fraude. Mientras que en FTX el modus operandi era aprobar operaciones a través de simples emoticonos (de hecho, varias de las filiales de FTX no tenían ni siquiera un libro mayor que recogiesen las transacciones del día a día), en Enron todo estaba basado en una compleja trama que necesitaba de conceptos como una contabilidad mark to market, vehículos fuera de balance para esconder la deuda, arbitraje regulatorio y un elaborado juego de manipulación de los beneficios contables para satisfacer las expectativas del consenso de un determinado trimestre. Así, Enron llegó a crear vehículos fuera de balance llamados "los Raptors" y a diseñar mecanismos para manipular el mercado eléctrico californiano con nombres como "Estrella de la Muerte" o "niño gordo".
La última diferencia es la más obvia. Mientras que FTX operaba desde un sitio tan perdido como las Bahamas y siendo además una compañía no cotizada, Enron desarrolló todas sus irregularidades estando basada en Texas (la capital de la energía) y siendo una empresa cotizada, bajo la atenta (o no tan atenta) mirada de reguladores, competidores, analistas, contables e inversores. Aunque es verdad que no toda la historia de Enron estuvo marcada por el fraude, sí que al menos desde 1997, momento en que Skilling fue nombrado director de operaciones de toda la empresa, podemos decir que el engaño se convirtió en el día a día de la empresa -lo que supone casi cinco años de vida sobreviviendo a la teórica "disciplina del mercado".
A pesar de todas las diferencias entre las dos empresas, sí que hay algunos patrones comunes. El más relevante es la importancia que tiene la cultura corporativa en el devenir de una empresa. Aunque para un observador externo esta afirmación pueda parecer un truismo, para muchos participantes de la industria financiera no lo es. Así, por ejemplo, Bankman-Fried fue capaz de levantar capital mientras al mismo tiempo jugaba al "League of Legends" en frente de un inversor institucional, o Enron se vanagloriaba de lo agresiva que era su cultura corporativa y su sistema de incentivos, mientras que no había ningún analista del sell-side que pusiese dicho esquema en entredicho.
Por otra parte, no es casualidad que ambos fraudes se hayan forjado en lo que han sido dos de los episodios de burbujas bursátiles más grandes de todos los tiempos, momentos en los que la incredulidad de la comunidad inversora se suspende y el dinero fluye de manera fácil. Como dice Jim Chanos, el famoso short seller, "el ciclo del fraude sigue al ciclo financiero", es decir, es solo al final de un largo período alcista cuando se dan las condiciones necesarias para engañar a la comunidad inversora. Y a la inversa, dichos fraudes solo acaban siendo perseguidos cuando caen los precios de las acciones, ya que, según Chanos, "el mejor abogado de la acusación en estos casos es el propio precio de la acción".
El libro de McLean y Elkind, además de estar muy bien documentado en temas que son inevitablemente complejos, es una lectura que no pierde el interés del lector en ningún momento y que es eminentemente instructiva: las líneas generales de la historia no trata simplemente sobre el caso particular de Enron, sino sobre temas tan recurrentes como la estructura de los incentivos, el conflicto de intereses, la lentitud de la regulación o la codicia humana.
Javier López Bernardo, PhD, CFA, es miembro de CFA Society Spain.
Ficha técnica
Título: The Smartest Guys in the Room: The Amazing Rise and Scandalous Fall of Enron.
Autor: Bethany McLean y Peter Elkind.
Editorial: Penguin Group, 2013, pp.480, tapa blanda.