Opinión

La desigualdad es culpa del paro, no del capitalismo

Dos programadores informáticos estadounidenses, Brian Acton y Jan Koum, inventaron WhatsApp y vendieron su tecnología a Facebook por 19.000 millones. Más de 2.000 millones de personas en todo el mundo usan su servicio para enviar mensajes y archivos, así como para hacer llamadas telefónicas gratuitas.

Gracias a su idea, los fundadores de WhatsApp amasan una fortuna conjunta de 16.000 millones. ¿Ha aumentado la desigualdad porque ahora hay dos multimillonarios más? Ciertamente. Pero, ¿acaso han perjudicado a alguien, salvo a los proveedores de costosos planes de telefonía que ahora han tenido que competir con WhatsApp a base de ofrecer nuevos servicios más atractivos?

En China, la introducción de la propiedad privada y de diversas características propias la economía de mercado hizo que el número de personas que vivían en la pobreza extrema se redujese del 88% al 1%desde comienzos de la década de 1980 hasta nuestros días.

El gigante asiático cuenta, de hecho, con más milmillonarios que cualquier otro país, salvo Estados Unidos. Por tanto, en China hay más desigualdad, pero también mucha menos pobreza. ¿Acaso alguien puede defender que se vivía mejor bajo el régimen de Mao, cuya obsesión igualitaria solo trajo miseria?

En gigante asiático cuenta con más milmillonarios que cualquier país, salvo Estados Unidos

El hecho de que la "desigualdad" sea un asunto capital en el debate público solo expresa la profunda envidia social que desean propagar muchos de nuestros gobernantes. Nadie reconoce esto abiertamente, porque la envidia es la emoción más negada, reprimida y "enmascarada" cuando nos encontramos en público. Si se percibe claramente que hablamos de "desigualdad" porque, en el fondo, tenemos sentimientos de envidia hacia quienes ganan más que nosotros, probablemente quedaremos en evidencia.

El antropólogo George M. Foster ha encontrado que las personas pueden hablar con relativa facilidad y sin perder la autoestima acerca de sus sentimientos de culpa, vergüenza, orgullo, codicia e incluso ira; sin embargo, resulta casi imposible admitir y reconocer sentimientos envidiosos. Foster lo explica así: "todo aquel que admite, ante sí mismo y ante los demás, que siente envidia por otros, está admitiendo también que se siente inferior". Precisamente por eso es difícil reconocer y aceptar este tipo de reacción.

Que la "desigualdad" genera interés mediático es evidente, porque se habla mucho de la "brecha entre ricos y pobres" y, de hecho, su principal teórico, Thomas Piketty, logró un sobresaliente éxito editorial con su obra El capital en el siglo XXI.

El autor reconoce que la desigualdad bajó durante la mayor parte del siglo XX, aunque advierte de su senda creciente desde la década de 1990. Pero Piketty no menciona, por ejemplo, que ese periodo al que alude de forma crítica también fue una etapa de enorme generación de progreso. Así, en los veinte años que van de 1990 a 2010, se estima que 700 millones de personas salieron de la pobreza extrema en todo el mundo.

Entre 1990 y 2010 salieron de la pobreza extrema 700 millones de personas

Las críticas a la desigualdad en España también deben ser analizadas con perspectiva. Por ejemplo, los informes elaborados al respecto tienden a ignorar que, durante la década pasada, más del 80% del aumento de las diferencias retributivas se produjo por el aumento del desempleo.

También en Reino Unido hay trampas estadísticas que deben ser desentrañadas. Damien Knight y Harry McCreddie han detectado numerosos ejemplos de datos mal interpretados y han concluido que "las investigaciones y los análisis de la desigualdad suelen ser tan deficientes que provocan mucho más daño a la cohesión social que las decisiones retributivas que benefician a las rentas más altas". Phil Gramm, Robert Ekelund y John Early señalan algo parecido en su análisis de la desigualdad en Estados Unidos.

En el país norteamericano, la mayoría de informes sobre el tema ignoran el efecto de las transferencias, las ayudas y los impuestos, de modo que se ignora la distribución neta de la renta. Al hacer el cálculo debidamente, encontramos que el 20% que más gana percibe cuatro veces más renta que el 20% que menos gana. Sin ajustar las cifras, la diferencia es de 17 a 1.

Por lo tanto, la desigualdad no ha aumentado tanto como a menudo se afirma y, En cualquier caso, deberíamos preocuparnos menos por este asunto y ocuparnos más del problema de fondo: la pobreza y la falta de oportunidades.

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