Opinión

Pero, ¿qué va a pasar?

  • Al Sanchismo le ha salpicado un caso de corruptela casposa y una inflación que golpea a los débiles
Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

La semana pasada se disparó un escándalo (el caso Tito Berni) cuyo final no es fácil de prever. Si todo queda en unas chapuzas insulares, la cosa podrá ser reciclada por Sánchez, pero si  el asunto sale de las Islas Canarias la cosa puede ser políticamente mortal, con efectos como los de una bomba de racimo, en términos usados por Ignacio Varela.

El periodista Jorge Bustos escribió el sábado pasado sobre el espectáculo del sanchismo desmoronándose: "Esta legislatura macbethiana, llena de ruido y furia, ha creado una expectativa revolucionaria que los enemigos de la democracia del 78 esperan ver satisfecha; pero también ha alimentado un tempestuoso anhelo de estabilidad que infla las velas demoscópicas de Feijóo.  De ahí que Pedro se debata entre seguir resueltamente la senda radical o explotar el foco del semestre europeo como si no hubiera degenerado en mandatario argentino".

Ignacio Varela por su parte, que algo sabe de esto, ha escrito lo siguiente:

"Este presidente ha entrado ya indefectiblemente en esa fase, que conocieron casi todos sus antecesores, en la que te levantas cada mañana preguntándote qué calamidad te espera ese día. Y las peores son las que te proporciona tu propia brigada de bomberos".

En verdad, la cosa se asemeja más a un episodio de la picaresca, aunque el protagonista es un diputado que usaba el Congreso como base de operaciones, añadiendo a sus prácticas el puterío y perteneciendo a un partido que pretende declarar ilegal la prostitución, y todo ello en la recta final de una legislatura agitada y con frecuencia insoportable, y a dos pasos de unas elecciones municipales y autonómicas. Al sanchismo le ha saltado un caso de corrupción casposa.

En este turbio asunto de trapacerías económicas y puteríos fotografiados, la basura ha salpicado a Sánchez. Además, el asunto va a provocar una riada de procedimientos judiciales y abrirá un boquete considerable en el ya muy accidentado territorio del feminismo oficialista.

Pero a esta basura se une una inflación que ataca a las rentas más débiles y los juegos peligrosos en los que se ha metido Sánchez reformando sin piedad el Código Penal (sedición, malversación, ley del solo sí es sí a favor de los violadores) más la abolición legal de los sexos (ley trans), la demagogia fiscal y la adopción de la jerga populista, trufada de insultos a los "capitalistas explotadores que chupan la sangre del pueblo"… Es posible que tengan razón los sanchistas cuando dicen que "ningún colectivo está libre de corrupción" pero los casos de corrupción, incompetencia, abusos, persecuciones y mordazas han nacido de este Gobierno, aprovechando la impunidad que siempre aporta estar en el poder.

Yo, la verdad, no había visto nunca que cualquier Gobierno español cogido en falta, responda atacando a los partidos de la oposición al grito de "Y tú más". Por eso deseo que estos métodos tan detestables que han traído a nuestro país los sanchistas se acaben de una vez y Sánchez y sus compadres –enemigos todos ellos de la Constitución- desaparezcan ya del mapa político español. ¡Que nos dejen ya en paz!

Y que, si ello es posible, vuelva al espacio político un PSOE homologable con la socialdemocracia.

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