
Las crisis económicas generan desigualdad, es una evidencia empírica en todos los países que se mida. Un indicador muy utilizado es la ratio 90/10, que mide el cociente entre el decil de mayor renta y el de menor renta en una sociedad.
En España, su valor en 2007 era 9,66, es decir, los más ricos tenían diez veces más de renta, por término medio, que el 10% más humilde de la población. En 2014, sus ingresos eran 14,5 veces superiores.
Las crisis se acumulan y estas inequidades aumentan. Con la globalización, no solo los virus traspasan fronteras con la facilidad con que un alfiler perfora un trozo de tela, sino que también lo hacen las fluctuaciones económicas.
La prosperidad exige que la inflación sea el primer problema que combatir. Cuando se producen subidas de precios, la ciencia económica prescribe subir los tipos de interés, pero la medicina tiene efectos secundarios.
Es evidente que cuando los precios son altos, cae la renta disponible, es decir, los mismos ingresos no alcanzan a comprar la misma cesta de productos. El tratamiento que aplican los Bancos Centrales redunda en la dolencia, si suben los tipos de interés, las hipotecas se encarecen y el presupuesto familiar queda menguado.
Cuanto más bajos sean los ingresos de la familia, es más vulnerable y el riesgo de caer en situaciones de pobreza se multiplica. Según el INE, en 2021 el número de hogares en riesgo aumentó del 27% del 2020 al 27,8%. El índice AROPE es una tasa que mide el riesgo de exclusión social considerando tres indicadores: riesgo de pobreza, carencia material y social severa y baja intensidad en el empleo.
En 2021 aumentaron los factores pobreza e intensidad en el empleo. La subida de los precios y de los tipos de interés supone una amenaza en lo que se refiere a la carencia material y social severa, por lo que cabe esperar un nuevo aumento de la desigualdad en 2022.
Los malos datos de datos de pobreza se arrastran desde la crisis financiera de 2008. En aquel momento no hubo inflación, ni subieron los tipos, pero el parón económico hizo el número de viviendas embargadas fuese en 2008 de 20.549, en 2009 de 37.677, 2010 de 54.250, en 2011 de 64.770 y en 2012 de 75.375. En el primer trimestre de 2013 se ejecutaron 19.468 desahucios.
La situación actual es diferente en términos macroeconómicos. La economía, aunque afronta momentos muy inciertos, está en una situación más robusta que en el momento de estallido de la burbuja inmobiliaria, con el empleo registrando mejores cifras y la deuda de las familias mucho más contenida.
Pero en lo respecta a la capacidad de pago de los hogares es similar: pagar la cuota de la hipoteca es tarea imposible. En cuanto a los bancos no les interesa embargar inmuebles, tienen muy patente lo que ocurrió en la crisis de 2008, acumularon viviendas y se quedaron sin liquidez.
De las medidas de alivio en las hipotecas podrán beneficiarse alrededor de un millón de familias. Se protege especialmente a las rentas inferiores a 25.200€, que podrán reestructurar el préstamo hipotecario con un tipo de interés más bajo durante el periodo de carencia del principal de cinco años con un euríbor -0,1% frente al euríbor +0,25% actual.
El antecedente legal de la medida es el RDL 6/2012, de 9 de marzo, de medidas urgentes de protección de deudores hipotecarios sin recursos. Con la nueva regulación, las familias que no cumplan con el criterio del incremento de un 50% del esfuerzo hipotecario también podrán acogerse a estas medidas, con una carencia de dos años, un tipo de interés menor durante el tiempo de carencia que podrá ser hasta de 7 años.
También serán objeto de suavización las familias con ingresos de menos de 29.400€, cumpliendo el requisito de que la carga hipotecaria represente más del 30% de su renta y que la cuota haya aumentado al menos el 20% por la subida de tipos de interés. Por otra parte, todos estos grupos familiares podrán congelar las cuotas hipotecarias durante un año.
La medida es positiva, no solo en términos sociales y de solidaridad en momentos de crisis, sino a nivel macroeconómico. El acceso al crédito bancario es un estabilizador que suaviza los efectos de las crisis sobre el consumo, por lo, en alguna medida, ayuda a sostener el PIB.
Otra cosa diferente son los impuestos a eléctricas y bancos. Aunque el mercado electoral valore positivamente este tipo de medidas por la aversión que despiertan las entidades financieras desde la crisis de 2008, es sabido que la carga de los impuestos en mercados en los que la demanda es rígida, como es ambos casos, recae fundamentalmente sobre los consumidores.
Es decir, que estos impuestos, que tendrán un importante efecto recaudatorio disminuirán la renta disponible de los hogares. Una de cal y otra de arena.