Opinión

Un frío invierno en Europa

Según las estimaciones actuales, la Unión Europea gasta alrededor del 9% de su producto interior bruto en consumo de energía. Como proporción de su renta, es la más alta en más de 40 años (ver gráfico). En comparación, Estados Unidos gasta actualmente el 4,4% de su PIB en energía, lo que es bajo en comparación con su media histórica.

¿Por qué es tan alta la factura energética de la UE? En la raíz está el ataque de Rusia a Ucrania, que ha puesto de manifiesto vulnerabilidades en la economía de la UE que deben ser resueltas a corto plazo. A largo plazo se necesitan cambios para que no vuelva a ocurrir.

En primer lugar, la elevada dependencia de la energía rusa hace que la UE no pueda encontrar fácilmente alternativas. Para minimizar la posible escasez de energía, la UE ha seguido una secuencia desde marzo en la forma de sancionar a Rusia. La UE pretendía maximizar el suministro primero importando energía de otras fuentes y reponiendo la cantidad de gas almacenado. Esta es la razón por la que la UE no ha impuesto hasta ahora ninguna sanción energética a Rusia: las sanciones sobre el petróleo no entrarán en vigor antes de finales de 2022, y no ha habido sanciones sobre el gas (aunque Rusia ha optado ahora por interrumpir sus suministros a la UE). La presión para garantizar el máximo de suministros también explica por qué la UE no ha impuesto aranceles a la energía rusa, una herramienta económica por lo demás sensata.

En segundo lugar, la crisis ucraniana ha puesto de manifiesto dos puntos débiles en el diseño de los mercados energéticos que comprometen su funcionamiento en circunstancias de coacción, como ahora.

El primer punto débil tiene que ver con la forma en que se fija el precio de la electricidad. Independientemente de cómo se genere, su precio viene dictado por la última unidad producida más cara. Esto es necesario para evitar la escasez y garantizar la continuidad del suministro. Cuando se dispone de suficientes energías renovables, por ejemplo, suficiente sol o viento, cuesta muy poco generar electricidad y el precio es bajo. Incluso puede ser gratis. Sin embargo, cuando no se genera suficiente electricidad renovable, hay que recurrir a generadores no renovables (gas, petróleo). El precio de la electricidad se reajusta muchas veces durante el día, y el coste de esta última unidad necesaria para satisfacer la demanda determina el precio. Como la UE no genera toda su electricidad a partir de renovables, sigue necesitando petróleo y gas, lo que provoca la actual subida de los precios de la electricidad.

El segundo punto débil tiene que ver con la forma en que se comercializa la electricidad. Para que el mercado de la electricidad sea predecible, tanto en lo que respecta a las cantidades como a los costes, se realizan enormes volúmenes de transacciones en los mercados de futuros: los comerciantes se ponen de acuerdo ahora para comprar más adelante. Para que los vendedores participen en los futuros, necesitan una garantía, es decir, un dinero reservado para garantizar que obtendrán en el futuro lo que acuerdan en el presente. La actual volatilidad y los elevados precios del mercado del gas hacen que los compradores tengan que apartar una elevada garantía para hacer frente a la posibilidad de una caída del precio en el futuro, hecho que les tentaría a abandonar un contrato. De este modo, se bloquea mucho dinero en efectivo y no se puede invertir. Además, no todos los compradores pueden encontrar esas enormes cantidades de efectivo necesarias para participar en el mercado, lo que amenaza su viabilidad.

A pesar de sus esfuerzos, la realidad es que los países de la UE no podrán satisfacer plenamente sus necesidades energéticas este invierno y el próximo. El Banco Central Europeo ya prevé una fuerte caída del crecimiento de la zona euro (del 3,1% en 2022 al 0,9% en 2023). Se necesitará tiempo para construir la infraestructura necesaria para que la UE pueda importar energía de otras fuentes. Del mismo modo, la transición completa a fuentes de electricidad más eficientes y renovables no es posible en un futuro inmediato.

Por ello, la Comisión Europea ha animado a los países de la UE a reducir la demanda global de electricidad al menos un 10% este invierno. También está buscando formas de reformar los mercados para separar el precio de la electricidad de menor coste del precio del gas, que actualmente está por las nubes, y para ayudar a los participantes en el mercado energético a hacer frente a las grandes garantías necesarias.

Con la llegada del invierno, los problemas urgentes son garantizar que haya suficiente energía, que los más vulnerables reciban ayuda con las grandes facturas y que las empresas energéticas sobrevivan. La reforma de unos mercados que son muy internacionales y muy complejos no debe hacerse bajo la presión de la actual escasez de energía por el riesgo de desvirtuar el problema. Dicho esto, la reforma de los mercados energéticos debe tener como objetivo hacerlos menos vulnerables a crisis como la actual, aunque éstas sean poco frecuentes.

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