
El comienzo del mes de septiembre marca el final del verano por lo que la mítica frase de Juego de Tronos "el invierno se acerca" describe a la perfección el sentimiento de las principales autoridades económicas europeas. En este sentido, ya en el mes de julio tanto los ministros de finanzas de la eurozona como el Banco Central Europeo alertaban del riesgo que supone el corte del suministro de gas ruso a los países europeos, hablando de "una posible tormenta en el horizonte".
La cancelación del suministro de gas ruso a Europa Occidental por el gaseoducto Nord Stream 1 demuestra que la cancelación total del suministro de gas ruso a Europa es un escenario que no podemos descartar para los próximos meses. A pesar de que los tanques de almacenamiento de gas están a una capacidad del 80% de media en los países europeos, un corte total del suministro vaciaría los tanques antes de los dos meses incluso si estuvieran a una capacidad del 100% (dependiendo de la crudeza del invierno) por lo que indudablemente habría problemas de suministro teniendo un impacto económico negativo importante.
Según el escenario adverso previsto por el Banco Central Europeo la cancelación del suministro de gas ruso daría lugar a un racionamiento del suministro de gas, a un aumento significativo de los precios de las materias primas, a una reducción del comercio y a disrupciones en las cadenas globales de suministro en el corto plazo. Estima que los precios europeos del gas se duplicarían, los precios del petróleo también se incrementarían un 65%. Los precios de los alimentos a escala mundial se incrementarían casi un 30%. Respecto al impacto sobre el crecimiento económico europeo, este escenario comportaría un impacto negativo de 1,5 y 3,8 puntos porcentuales en el PIB real de 2022 y 2023, respectivamente. Aunque no se contempla recesión económica hasta 2023 según las previsiones del Banco Central Europeo.
Dado que la exposición de los estados europeos al suministro de gas europeo difiere por países, es de prever que el impacto del corte de suministro sea asimétrico en las economías europeas. En este sentido, un artículo reciente de Di Bella y otros, publicado en el Fondo Monetario Internacional, analiza el impacto en cada país europeo de una posible disrupción del suministro de gas ruso. Estos autores muestran que los países más afectados serían los de Europa Central y del Este (concretamente Hungría, Eslovaquia y Chequia) donde una disrupción del suministro de gas tendría un impacto negativo por encima de los 4 puntos porcentuales en el PIB. Los efectos sobre Alemania serían menos severos que en los anteriores países, pero todavía muy significativos y por encima de los dos puntos porcentuales. España (junto con Francia y Portugal) sería uno los países menos afectados con un impacto negativo de un punto porcentual del PIB, dado su acceso alternativo a las importaciones de gas licuado procedente de otros países.
La siguiente cuestión es que medidas adicionales pueden tomar las autoridades económicas europeas para minimizar el impacto negativo de una disrupción del gas ruso. Ya se han tomado medidas que incentivan el ahorro de energía de las familias y empresas como por ejemplo niveles de temperatura mínimos y máximos para la calefacción y aire acondicionado. RePowerEU, el plan de la Comisión Europea, también contiene medidas que ahorran energía y reducen la dependencia de las importaciones de energía rusas. Sin embargo, otras medidas adoptadas por la mayoría de países europeos van en la dirección contraria de incentivar el ahorro ya que limitan el precio que pagan los consumidores por la energía. Una mejor alternativa desde el punto de vista del ahorro energético hubiera sido ofrecer una compensación dirigida a aquellas familias que no pueden permitirse pagar precios superiores por la energía.
Aparte de fomentar el ahorro energético, las medidas adicionales que deberían tomar los gobiernos deben ir dirigidas a seguir asegurando suministros a través de los mercados mundiales de gas licuado, tratar de reducir los cuellos de botella en las infraestructuras de distribución de gas, prever un plan de emergencia para compartir suministros entre los países de la Unión Europea.
La crisis energética que se puede presentar en los próximos meses pondrá a prueba una vez más la capacidad de acción de la Unión Europea y la solidaridad entre países, tal y como ocurrió en la pandemia. Si la Unión Europea actúa con una sola voz de forma rápida y eficaz apoyando a los países más vulnerables, el impacto económico ciertamente será menor.
Antoni Cunyat. Profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC