Opinión

¡Es la energía, estúpidos!

Acudo una vez más a parafresear ese "es la economía, estúpido", eslogan clave en la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 que le llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Y lo hago después de digerir lo visto y lo escuchado en ese Debate sobre el Estado de la Nación, que al final ha sido más un debate para resucitar la Frankestein, y en el que no sólo hemos visto a un Pedro Sánchez alejado de la realidad y sin capacidad de autocrítica, sino que hemos podido confirmar que el Presidente no tiene, como no ha tenido nunca, un proyecto para España y que su gobierno no tiene nada que ofrecer a los españoles salvo limosnas y propaganda en lugar de soluciones.

En una nueva demostración de que su Gobierno no está genéticamente capacitado para la gestión sino para el fingimiento y la supervivencia, Sánchez y sus socios ni supieron, ni quisieron, abordar la gravísima situación económica y la inflación galopante desde el origen, la energía, como debiera haber sido preceptivo. Y en lugar de autocomplacerse por medidas que se han demostrado fallidas como el tope del gas o la subvención de 20 céntimos para los carburantes, habrían empezado a ofrecer soluciones reales como las adoptadas por nuestros socios europeos.

Así, Alemania con el partido verde en el Gobierno, ha renunciado ya a sus objetivos de descarbonización en 2030 y ha vuelto a abrir sus fábricas. Mientras que la Francia de Macron reactiva su apuesta por la energía nuclear con la construcción de seis nuevos reactores y con el apoyo de la izquierda gala que nunca se ha dejado llevar por ese cinismo institucionalizado característico de sus homólogos de España. Una energía nuclear que, recordemos, junto al gas, ya son "verdes" para la UE y se podrán beneficiar de los incentivos a las renovables, por ser limpia, segura y barata.

Eso, y asumir las propuestas de Núñez Feijóo para rebajar también al 5% el IVA de las gasolinas y gasóleos como ha hecho con la electricidad, plantear en Bruselas una rebaja sustancial en el impuesto sobre hidrocarburos y deflactar la tarifa del IRPF para devolver a los ciudadanos la recaudación extra que, por obra y gracia de la inflación, ha aumentado en 15.500 millones de euros la recaudación de Hacienda sólo en los cuatro primeros meses de este año.

Sin embargo, en contra de los intereses de los españoles, las únicas ideas que ofreció Sánchez fueron para identificarse con su coaligados populistas y seguir esquilmando los bolsillos de los ciudadanos, a los que ha subido ya en 24 ocasiones los impuestos y que ahora van a terminar pagando también esas subidas fiscales a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas y de los bancos.

Una nueva carga impositiva disfrazada de impuesto a los ricos cuyo coste las empresas afectadas terminarán repercutiendo en los precios, las comisiones y en los tipos de interés. Además de frenar las inversiones en investigación, producción y suministro de energía en unos momentos que son más que nunca necesarias no sólo para reducir los precios sino también para poder cumplir con el calendario y el volumen de capital para la transición hacia un sistema energético con menos emisiones de carbono.

Pero no sólo los compromisos de futuro exigen un replanteamiento de la política energética que este gobierno no tiene ni proyecta, porque como han explicado desde el Foro Industria y Energía la prioridad hoy debe ser garantizar el suministro de gas tanto para la industria como para los hogares y la infraestructura energética actual en España "no permite prescindir al cien por cien del gas, ni en la industria ni en los hogares" y de ello dependen el mantenimiento del estado de bienestar, la supervivencia de las empresas, el crecimiento de la economía y el empleo.

Por cierto, que mientras Sánchez consumaba la venta de su alma al populismo podemita, la agencia EthiFinance Ratings rebajaba las previsiones de crecimiento para España al 4,3% para este año 2022 a causa de "la importante contracción del consumo privado" por la inflación. Y la OCDE confirmaba que España se mantiene como el país con más para del mundo desarrollado, con una tasa de paro del 13,1% frente al 5% de media de los estados miembros.

Pues eso, ¡es la energía, estúpidos!

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