Bruselas acostumbra a sacar los colores a España por la baja productividad en el empleo. Algo totalmente lógico a tenor de los últimos datos de Eurostat que indican que nuestro país es el que más pierde dentro del euro desde 2013 en rendimiento por empleado y hora trabajada.
Lejos de buscar soluciones a esta grave situación, el Gobierno se limita a poner palos en las ruedas. Primero con una cuña fiscal, es decir el porcentaje del salario que se va en cotizaciones sociales e impuestos, superior a la media de la OCDE, que dificulta que las empresas puedan atraer a los trabajadores más talentosos y, por ello, más productivos. Y, segundo, promoviendo una exagerada oferta de empleo público (el 45,6% de las vacantes que hay en España corresponden a la Administración y las autonomías), con la que solo se consigue que nuestro país sea incapaz de revertir su abultada pérdida de productividad. Ante esta caída no es extraño que el Gobierno esté preocupado e intente maquillar este grave problema. Para lograrlo, intenta que el INE cambie la metodología de cálculo del PIB por otro sistema que no está avalado por Eurostat. Con ello, se incrementaría de manera artificial la pobre tasa de productividad de nuestro país. Moncloa debería olvidarse de buscar estrategias para reducir y ocultar una lacra de nuestro mercado de trabajo que debe reconocerse y solucionarse.
El Gobierno trata de esconder el hecho de España es el país europeo donde más desciende la tasa de productividad
Con ese objetivo, sería un acierto que el Ejecutivo adoptara un plan de saneamiento mediante una serie de reformas estructurales, que pudiera impulsar la creación de empleo privado. Sólo mediante incentivos fiscales y rebajas tributarias, se estimula la actividad y se consigue que las empresas aceleren la creación del empleo que el país necesita para mejorar su productividad.