Los continuos máximos que los precios están alcanzando en España (8,7% en mayo, cuatro décimas más que en abril) ya pasan factura a las familias. Así lo indica el avance imparable de la inflación subyacente, que excluye la volatilidad implícita de la energía y los alimentos frescos, y que el mes pasado sumó cinco décimas más que en abril, hasta el 4,9%, un nivel inédito desde 1995.
Este indicador confirma que el impacto del alto IPC alcanza a cada vez más productos de la cesta de compra. En concreto, el encarecimiento de bienes básicos para los hogares, es decir aquellos que son necesarios para su subsistencia y para los que no existen sustitutos posibles, ya genera un incremento de 3.276 euros para las familias respecto a 2021. Una cifra importante pero que no refleja en toda su magnitud el golpe que la inflación está propinando en los consumidores. Para ello es necesario añadir la hipoteca, que es otra variable clave del presupuesto familiar. En este caso, el euribor ya adelanta las inminentes alzas de tipos de interés y si escala al 3% encarecerá el coste medio de estos créditos en 2.988 euros al año. Ambas cifras elevan el impacto de la inflación para las familias a 6.284 euros, unos 500 euros más al mes. La magnitud de esta cifra sin duda agudizará los problemas de consumo que se venían observando en nuestro país desde el pasado año. Esta menor demanda afectará a la actividad de las empresa y, por extensión, a nuestra renqueante recuperación económica, que no podrá contar con su motor más importante. Es más, la progresiva caída del consumo debido a la persistencia de los altos precios, unido a los problemas del sector exterior que ya resta al PIB, constituye una tormenta perfecta que aboca a la economía española a la tan temida estanflación.