
Se suele decir que cada país tiene el gobierno que se merece y algo debemos estar haciendo mal colectivamente cuando el resultado del voto son Donald Trump o Matteo Salvini, por dar solo un par de ejemplos de líderes elegidos en un sistema democrático, y dejar de lado a otros como Putin, Erdogan y Xi, que vaya usted a saber.
Aunque con tanta interferencia y desinformación da la impresión de que también las elecciones más democráticas acaban siendo manipuladas. Ahora se dice que Moscú apoyó la elección de Salvini para crear problemas en la Unión Europea y no me extrañaría, porque tenemos relaciones difíciles con los rusos desde que se anexionaron Crimea y hoy una docena de hackers bien preparados hacen más daño que una división de tanques, y encima se puede tirar la piedra y esconder la mano, que es algo que con los tanques resulta más complicado.
Y entre nosotros unos hackers acaban de entrar en el correo del presidente y de los fiscales del Tribunal Supremo, en pleno juicio del Procès. Uno se pregunta: ¿se merecen los británicos a ese grupo de políticos que les han mentido y metido en el Brexit? ¿O se merecen los catalanes a esos líderes de un procès que no va camino de ninguna parte como no sea a una enorme frustración colectiva? Y si están ahí es porque les han votado y no botado, como merecerían.
España es un país que maravilló al mundo con su Transición y que probablemente es uno de los que más ha cambiado en los últimos cincuenta años: de una dictadura a una democracia; de un país centralizado a uno cuasi federal; de un país culturalmente conservador a uno progresista; de un país donde la religión intervenía en la vida pública a otro donde se ve relegada a la esfera privada; de un país que producía emigrantes a otro que los acoge; de un país que recibía ayuda al desarrollo a otro que la hace...
Podría seguir y eso me hace pensar que tanto el país, España, como los españoles, hemos cambiado mucho más deprisa que nuestros políticos que todavía no se han enterado de que hacer política en democracia es también pactar y hacer pactos exige, al menos, considerar la posibilidad de que el otro tenga razón y ser capaces de ceder en algunas cosas para obtener otras.
Aquí no, aquí es el todo o nada, el "no es no" y las acusaciones de traidor a quién no marca el paso al ritmo del tambor del jefe de filas. Miren lo que le ha pasado a Manuel Valls en Barcelona y la sangría de capacidad que sufre ahora Ciudadanos, como antes sufrió Podemos. Los vetos de PP y Ciudadanos al anunciado intento del PSOE de formar gobierno parecen no tener otro objetivo que echarle en brazos de Podemos, o empujarle a pactar con independentistas que no son de fiar porque lo que quieren es precisamente que el invento no funcione. Todo para llegar a una situación de cuanto peor, mejor y de que ya lo decía yo.
Política en democracia es pactar y negociar. En España es el todo o nada, el "no es no"
Aquí el único que no engaña es el PP porque la derecha tiene dueño aunque le haya salido la excrecencia de Vox a la que tratará de volver a fagocitar, y me temo que ahora Ciudadanos se está equivocando como se equivocó Podemos cuando se negó a investir a Sánchez y ahora anda implorando algún ministerio con el que salvar los muebles de su desastre electoral.
Podemos tuvo su momento y luego se desinfló como un soufflé hasta el punto de que hoy su salvación puede estar en la debilidad del PSOE. E igualmente puede ahora desinflarse Ciudadanos por sus propios errores al renunciar al espacio del centro para disputarle el terreno de la derecha al PP. Y eso que el PSOE tampoco anda libre de culpa mientras parece esperar apoyos de unos y otros antes de poner sobre la mesa un programa de gobierno e ignorando la sabia máxima de que no hay comida gratis.
De verdad que no nos merecemos ésto, porque de seguir así nos veremos abocados a dos opciones malas: o un gobierno muy débil o nuevas elecciones en noviembre... y ya van muchas cuando con un poco de altura de miras no sería necesario. De no votar en cuarenta años los españoles somos ahora los que más votamos de toda Europa... y total, para nada. O para ésto. Y eso que dejo de lado la poco edificante situación en las Comunidades Autónomas, desde Madrid a Navarra, donde hay de todo.
Llevamos cuatro años sin gobierno efectivo que tome medidas para enfrentar los graves problemas que tenemos de crecientes desigualdades, pensiones, educación, estructura territorial del Estado, financiación autonómica, mercado de trabajo, reforma constitucional... añada usted aquí lo que le parezca y seguro que es algo también necesario. Y de eso no se ocupa nadie.
Por no hablar de otras cuestiones que nos desbordan a pesar de nuestros casi cincuenta millones de habitantes porque exigen una acción conjunta de la comunidad internacional, como son las migraciones masivas que solo están empezando o el calentamiento global que pone en grave peligro el frágil ecosistema que nos mantiene vivos. Y para luchar contra esos problemas (y otros como la construcción de Europa) hace falta también la contribución de una España ausente porque no para de mirarse el ombligo.
De seguir así tendremos dos opciones malas: un gobierno muy débil u otras elecciones
De verdad, ¿no piensan ustedes que en lugar de pelear por poltronas, de poner cinturones sanitarios en torno a este o aquel partido, o de ser dogmáticos guardianes de no se sabe qué esencias, sería mucho más productivo e inteligente buscar puntos de acuerdo y emplear todos esos esfuerzos en aunar fuerzas para enfrentar los problemas que nos preocupan a los votantes? ¿A quién quieren engañar los que afirman desear reformar la Constitución y luego se niegan a conformar las mayorías necesarias para hacerlo?
Discutir en lugar de vetar, exigir, ningunear o imponer y hacerlo sobre la base de un programa cuya presentación es responsabilidad del presidente interino del Gobierno y candidato del partido más votado. A eso se le llama negociar y es una virtud democrática, aunque nuestros políticos aún no se hayan enterado y no sepan funcionar sin un rodillo que ya ha desaparecido de nuestro paisaje político con la irrupción de nuevas fuerzas políticas en las Cortes.
Porque me da la impresión de que una vez que he puesto mi voto en la urna mis opiniones dejan de interesar y lo único importante son los intereses de los partidos y el reparto de poltronas entre ellos y sus paniaguados, que no ven en las urnas una forma de servir a la sociedad sino una forma que ésta les ofrece de servirse a sí mismos cuando lo que queremos los ciudadanos es un gobierno que gobierne de una vez.
Dan ganas de bajarse en la próxima.