
El frufrú de la política cotidiana -actividades, declaraciones, editoriales, mensajes en la red y comentarios en las tertulias de variado signo- se ensimisma en la cuestión de los pactos para la Investidura. A poco que reparemos en la secuencia temporal de tantos mensajes y obviemos la tentación de vivir la noticia de cada día como si estuviese desconectada de las anteriores, caeremos en la cuenta de que este proceso es extraordinariamente didáctico.
En primer lugar va quedando claro algo que, cansinamente (lo reconozco), vengo reiterando: el PSOE no puede admitir un Gobierno de Coalición con Unidas Podemos. Va contra su auténtica identidad de cariátide izquierda del templo de la Transición, con todos los apaños, pactos tácitos entre poderes económicos y políticos, que presididos por la Monarquía restaurada, allí se encuentran custodiados. Y que, por otra parte, aparecen de vez en cuando sobre la mesa del Consejo de Ministros.
Los recados de los poderes económicos para que, tanto PP como Ciudadanos, se abstengan y faciliten que Sánchez sea investido o las insinuaciones del candidato demandando dicha abstención, no dejan ninguna duda: es una "cuestión de Estado", o sea del que ellos encarnan y han ido modelando desde 1977.
Las reticencias y negativas de Casado y Rivera a ello, nos ilustran sobre las ocasiones en las que fuerzas políticas conservadoras se autonomizan de sus mentores y apoyos económico–sociales en función de sus intereses políticos partidarios más inmediatos y menos estratégicos. Lo pagarán, especialmente Ciudadanos.
Supongo que Pablo Iglesias ha sido y es consciente del órdago que ha puesto en marcha. Su insistencia en estar presente en el Gobierno marca una estrategia que ya no admite marcha atrás. Salvo la claudicación, y con ella su dilución en un futuro inmediato. Ha apostado por una lógica impecable pero perturbadora para el estatus, el cual, conjuntamente con las cloacas del Estado, lleva poniendo toda la carne en el asador en destruir a Unidas Podemos y a su cabeza más visible.
¿Qué "disparate" demanda Iglesias? Pues nada menos que aplicar en España lo que en la UE es moneda corriente y moliente: la formación de Gobiernos de Coalición cuando nadie tiene la mayoría absoluta y existe un programa pactado.
¿Y si se consensua un programa, por qué la insistencia en formar parte del Gobierno? ¿Estamos ante un caso de vanidad personal o partidaria? La respuesta viene dada desde dos líneas de argumentación. La primera radica en una lógica homologada en la UE: los que se alían para un programa común deben aliarse para aplicarlo conjunta y proporcionalmente. La segunda deviene de las experiencias vividas en los últimos años y sus consiguientes enseñanzas (otra vez la didáctica). Tanto IU en la Junta de Andalucía como Unidas Podemos en Madrid saben que el PSOE pacta, acuerda y se compromete, pero a la hora de ejercer como Gobierno, el pacto queda postergado.
Recordemos por otra parte la doble faz del PSOE a lo largo de décadas: decir una cosa en la oposición y hacer la contraria en el Gobierno: OTAN, denuncia de los acuerdos con el Vaticano, prioridad de la Enseñanza y la Sanidad públicas, Reforma laboral, Ley Mordaza, etc. etc. etc.
Olvidar las enseñanzas y entregarse al "buenismo" de una comprensión basada en siglas y no en valores, hechos y proyectos es suicida para la izquierda real.