
La retirada unilateral del presidente estadounidense, Donald Trump, del acuerdo nuclear con Irán en 2018, conocido formalmente como el Plan de Acción Global Conjunto, ha puesto a Europa en un aprieto. Sus gobiernos siguen defendiendo el compromiso económico con Irán como una forma de fomentar el respeto al Plan, lo que significa proporcionar no sólo asistencia humanitaria, sino también otros bienes. | Arde de nuevo el Golfo Pérsico: ¿debería Europa levantar su voz con fuerza?
Sin embargo, las empresas que suministran estas exportaciones corren el riesgo de incurrir en sanciones, vigentes desde mayo, por parte de la Administración Trump, en un momento en el que la tensión no deja de crecer en la zona por los sabotajes que sufren sus rutas petroleras.
Por la misma razón, los bancos europeos son reacios a proporcionar euros para financiar el comercio con Irán. Y los bancos estadounidenses, por su parte, tienen prohibido proporcionar dólares. Colectivamente, estos obstáculos constituyen una barrera formidable para el compromiso que se busca.
En respuesta, Francia, Alemania y Reino Unido, los tres países europeos signatarios del acuerdo nuclear, han establecido un mecanismo para llevar a cabo el comercio con Irán con independencia de Estados Unidos. Este mecanismo, el Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales, o Instex, está registrado en Francia y depende de un consejo de supervisión de diplomáticos de los tres países. Pero en los meses transcurridos desde su creación, Instex ha financiado el comercio con nulos resultados. Cuenta con un solo empleado, el antiguo director del Commerzbank, Per Fischer. Hay menos información que confusión sobre cómo funcionará.
Afortunadamente, existe un precedente para la iniciativa: la Unión Europea de Pagos (EPU) que funcionó entre 1950 y 1958.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las monedas europeas no pudieron convertirse en dólares ni cambiarse entre sí, debido a las dificultades financieras del continente. Como resultado, no podían utilizarse para financiar o liquidar transacciones internacionales. Tampoco había sustitutos. En particular, los países europeos poseían poco oro y pocos dólares para hacer pagos internacionales.
Por lo tanto, para poder comerciar, los países europeos tuvieron que recurrir a acuerdos bilaterales. Tuvieron que equilibrar su comercio país por país, reduciendo esencialmente sus transacciones al trueque. Esta no era una forma eficaz de reconstruir el comercio y los pagos del continente, por decirlo suavemente.
En 1950, se hizo evidente que estas dificultades estaban frenando la recuperación de la economía europea, lo que llevó a 18 Gobiernos europeos a crear la EPU. La nueva organización puso en común los déficit y superávit comerciales de sus miembros y, al compensar los déficit en que incurrió un país con un grupo de socios con los superávis que obtuvo con otros, permitió a Europa liquidar su comercio multilateralmente sin tener que hacer convertibles sus monedas.
La analogía con Instex es directa. Irán podrá compensar los déficit que tiene con un grupo de países europeos utilizando los superávit que tiene con otros. Podrá hacerlo sin tener que recurrir a créditos en dólares y sin tener que realizar pagos a través de la Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales, a través de la cual se llevan a cabo las liquidaciones transfronterizas convencionales, y que ha sido amenazada de forma similar con sanciones por parte de los Estados Unidos.
Además, se dotó a la EPU de 600 millones de dólares para prestar a los miembros con déficits comerciales temporales con el grupo en su conjunto. La Junta Directiva de la EPU estaba comprensiblemente preocupada por el reembolso de estos créditos. Cuando la República Federal de Alemania mostró signos de agotamiento de sus créditos en 1950, el Consejo envió un pequeño equipo de expertos para diagnosticar el problema. Recomendó un aumento del tipo de interés del banco central alemán, un aumento de las reservas obligatorias de los bancos comerciales y un límite máximo para el crédito. Con la adopción de estas medidas monetarias restrictivas, el comercio alemán volvió a equilibrarse. La EPU vivió para luchar otro día.
Una vez más, las implicaciones para Instex son claras. No hay razón para esperar que el comercio entre Irán y Europa se equilibre minuto a minuto. Tendrá que haber créditos para compensar a las empresas que exportan a Irán en períodos en los que el país compra más de Europa de lo que vende. Tendrá que haber una supervisión y un ajuste de la póliza para asegurar el pronto pago de esos créditos.
Antes de 1950, el gobierno de los Estados Unidos se oponía firmemente a la creación de la EPU, al igual que ahora se opone firmemente a Instex. La preocupación entonces era la discriminación: se temía que a los países europeos les resultaría más fácil importar de los demás, pero, al carecer de dólares, seguirían negándose a importar de los Estados Unidos. Además, los funcionarios estadounidenses temían que la EPU duplicara y socavara las funciones del recién creado Fondo Monetario Internacional.
En este punto, sin embargo, las dos narrativas difieren. Con la llegada de la Guerra Fría, la administración del Presidente Harry S. Truman y el Congreso de los Estados Unidos reconocieron la urgencia de la reconstrucción europea. Con este fin, autorizaron el uso por parte de la EPU de 350 millones de dólares de los fondos del Plan Marshall.
Esta vez, Estados Unidos no va a ayudar a Europa con su proyecto de solución comercial, con la nueva Guerra Fría o sin ella. Pero, a diferencia de 1950, los gobiernos europeos de hoy en día son capaces de operar este tipo de mecanismo por sí solos. Tienen el dinero. Pueden gestionar las negociaciones. La historia proporciona una guía sobre cómo hacerlo.
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