Opinión

La estupidez compleja de la derecha

Imagen: EFE

Los franceses se equivocan cuando aseguran que la derecha francesa es la más estúpida del mundo. Y se equivocan, porque la más estúpida es la española, con la excepción de la inglesa y de la catalana. Tal vez el problema sea que la derecha genéticamente sea imbécil o de lo contrario sería difícil entender lo que ha pasado con el Brexit o con el procés. En lo que se refiere a España, lo que está pasando con la formación del Gobierno es de aurora boreal.

Como en la película argentina Estupidez Compleja (2018), dirigida por Malena Pichot para Netflix, las contradicciones que se están produciendo son dignas de ser analizadas por un psiquiatra. En el film, una dirigente feminista mantiene la necesaria igualdad de la mujer y, para lograrlo, aviva la guerra de los sexos. Pero en privado cree que está bien dejar que el hombre pague la cena.

La derecha española hace algo similar. Asegura defender los intereses del país; pero no les importa empujar a Pedro Sánchez a los brazos de Podemos, del PNV y de los independentistas catalanes. Si estos son tan terribles como aseguran, ¿por qué no nos libran de ellos?

El PP tendría que abstenerse para que Sánchez no se viera obligado a mendigar el apoyo de Junqueras. De esta manera, devolvería el gesto que los socialistas tuvieron con Rajoy, cuando se abstuvieron para facilitar su investidura, a pesar de las diferencias que les separaban. Pero la derecha siempre ha antepuesto los intereses de partido sobre los intereses del Estado. Así lo hizo Fraga cuando llamó a la abstención en el referéndum de la OTAN, al tiempo que bajo cuerda animaba a sus huestes a que votasen a favor de la salida de la Alianza para hundir a Felipe González.

La derecha española siempre antepone sus intereses frente a los del Estado

Lo mismo hizo Aznar cuando negó cualquier tipo de colaboración a los socialistas en la lucha antiterrorista. Por no hablar de la posición adoptada por Rajoy en contra del Plan de Ajuste de Zapatero, demandado por Europa para evitar la intervención y que salió adelante por un solo voto gracias a los esfuerzos de CiU.

Y lo mismo pasa con Albert Rivera, que tiene en su mano la posibilidad de garantizar la estabilidad de España para los próximos cuatro años. De hecho, las urnas indican con claridad que los escaños del PSOE y de Ciudadanos suman la mayoría absoluta que el país necesita. Un acuerdo que tardaría 24 horas en hacerse, ya que solamente habría que desempolvar el pacto de legislatura alcanzado hace dos años y que no prosperó por el veto de Podemos.

¿Por qué hacen esto los líderes de la derecha española? Sencillamente, porque es lo que reclaman sus votantes. Su prioridad pasa por dar una patada a Sánchez, antes que pensar en los intereses españoles. Como muestra un botón. Tres de cada cuatro votantes de Ciudadanos manifiestan un odio enfermizo contra el socialista. Su preferencia es que le echen del Gobierno a cualquier precio.

Esto es lo que ha llevado a Rivera a renunciar a su papel de partido bisagra para el que había nacido. Como explica Francesc de Carreras en su carta abierta en El País, se trata de un partido que nació para recuperar el centrismo de la política española, moderando a la izquierda y a la derecha, y arrebatando el papel de bisagra a los partidos nacionalistas. Pues bien, ahora que pueden hacerlo se echan a la derecha, convencidos de que sus bases tienen como prioridad acabar con Sánchez, a quien consideran el peligro número uno, aunque la realidad ha demostrado lo contrario.

Esta derecha contumaz es la que terminó con Rajoy, que sin lugar a dudas ha sido uno de los mejores presidentes de la Transición, y está impidiendo que Casado se mueva al centro, que es donde se gana el partido. Es esta derecha viejuna la que ha creado de la nada un partido como Vox, que, entre otros planteamientos, defiende la desaparición del euro y la recuperación de la peseta, como se desprende de sus declaraciones en demanda de la soberanía nacional.

El caso es que esta derechona incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos es la que ha propiciado la aparición de tres partidos -PP, Ciudadanos y Vox- que pelean por el mismo espacio político, neutralizándose entre ellos. Tres partidos que se miran al ombligo en nombre de la defensa de España. Una situación similar es la que se encontró Felipe González y le permitió gobernar 14 años.

Esto puede volver a repetirse. Pero como dice la sabiduría popular, sarna con gusto no pica.

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