Opinión

¡Que viene Podemos!

El ataque a dos petroleros en el Estrecho de Ormuz, la elección de Boris Johnson, probablemente, como el próximo primer ministro británico en sustitución de Theresa May y la guerra comercial entre Pekín y Washington son las tres circunstancias que marcarán el devenir de la economía mundial en los próximos meses.

España es muy vulnerable a dos de estas amenazas, la del Brexit y la del crudo. Reino Unido es el origen de la mayoría de los turistas que visitan nuestro país y éstos dejarán de venir si se levantan fronteras y su moneda se deprecia aún más. El otro elemento clave es el precio del barril de crudo, por la fuerte dependencia de nuestra balanza comercial (dos tercios del déficit es culpa del petróleo).

Cualquier alteración en el precio del oro negro repercute directamente sobre la competitividad y el dinamismo de la economía española, cuyas exportaciones están sufriendo desde hace meses.

Un cuarto factor de riesgo está en la posibilidad de que el conflicto comercial de EEUU con China se traslade rápidamente a Europa, como ocurrió con México.

Después del encuentro en la Casa Blanca entre el aún presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker y Donald Trump, no hubo ningún avance en las conversaciones. Bruselas se resiste a reducir las subvenciones agrícolas de la Política Agrícola Común (PAC), así como a apoyar las sanciones americanas a terceros.

"Ribera, nerviosa porque Iglesias aspira a su cartera, tras descartarse la de Valerio"

Los conflictos con Irán o con Huawei son dos buenos ejemplos. Las sanciones americanas a Irán no fueron secundadas por la diplomacia europea, ni las adoptadas contra la compañía de telecomunicaciones china. Deutsche Telecom, Orange o Telefónica, los tres gigantes de las telecomunicaciones europeos, se niegan a vetar la adquisición de tecnología china, hasta que no tengan las pruebas de espionaje que los americanos alegan.

En cualquier momento, el ambiente de vino y rosas puede estropearse. La economía planetaria lleva una década de crecimiento ininterrumpido. Pero las buenas cosas, como las ideas, no son para siempre. Cualquiera de estos factores puede provocar una caída brusca de la actividad.

La mejor prueba de que el riesgo de recaída existe es el viraje de 180 grados en el lenguaje de la Reserva Federal. Su presidente, Jerome Powell, pasó de alentar una subida de tipos de interés para evitar un sobrecalentamiento a sugerir que está dispuesto a recortar el precio del dinero para reanimar la actividad, si fuera necesario.

El Banco Central Europeo, aún bajo la dirección del italiano Mario Draghi, también barajó en la reunión del organismo celebrada la semana pasada, un recorte de los tipos de interés.

El problema es que ni la Reserva Federal ni el BCE cuentan con la munición que disponían en 2008, poco antes de que comenzara la anterior contracción. Sobre todo en Europa, donde los tipos de interés están ya en cero y la amenaza de una japonización de la economía es cada vez más evidente.

"Sánchez renuncia a convocar elecciones y se resigna a que Iglesias entre en su futuro Gobierno"

China también puede dar un susto. Reacciona con el anuncio de incentivos fiscales a cada mala noticia de Trump sobre sus intercambios comerciales. Las nuevas medidas provocan una burbuja en el crédito y un sobreendeudamiento de sus empresas y del Banco del Pueblo, el equivalente al banco central.

Un descenso brusco de su actividad, como ocurrió en los primeros compases de 2016, reverberaría en todo el planeta y provocaría un efecto dominó sobre el resto.

En España, existe una incertidumbre adicional: la falta de estabilidad política. Hasta la semana pasada, Pedro Sánchez confiaba en formar Gobierno sin grandes dificultades. Pero en la ronda con los líderes de los otros partidos políticos descubrió que no andaba sobre un camino de rosas sino de espinas.

Los asesores en torno a Iván Redondo estaban convencidos de que la simple amenaza de celebración de nuevas elecciones serviría para que Podemos diera su brazo a torcer y aceptara apoyarlo en la investidura, sin entrar en el Gobierno.

El argumento es conocido: Pablo Iglesias es el que tiene más que perder, ya que en unos comicios sufriría un grave retroceso, después de perder la mitad de los escaños. El siguiente afectado sería Ciudadanos, que podría ceder votos al PP, como se demostró en las autonómicas y municipales.

Pero en Moncloa empiezan a retractarse del órdago de Sánchez, por el coste elevado para el Gobierno y para el país que tendría ser convocados nuevamente a las urnas. El cambio de opinión abre de par en par las puertas de la negociación con otras fuerzas políticas y reedita la posibilidad de que Iglesias sea ministro.

El líder de Unidas Podemos quiere tener una cartera a toda costa y así lo trasladó al Gobierno en las conversaciones iniciales. La propia portavoz socialista, Adriana Lastra, lo admitió esta semana.

Las aspiraciones de Iglesias están creando un gran revuelo en el seno del Ejecutivo. Las dos carteras que aspiraría a controlar serían Trabajo y Transición Ecológica. Sánchez ya prometió a la titular de Empleo, Magdalena Valerio, vinculada a UGT, que seguiría al frente del Ministerio.

Descartada la opción de mover a Valerio, las miradas se vuelven hacia la titular de Transición Ecológica, Teresa Ribera, e incluso de Industria, Reyes Maroto.

Ribera, una de las personas de confianza del presidente, está muy nerviosa porque no sabe cuál será su destino. Podría asumir la cartera de Industria, con poderes reforzados en Energía, porque dejar al sector eléctrico en manos de Podemos, ocasionaría un cataclismo. Otra opción sería su ascenso a vicepresidenta, con poderes de supervisión de toda el área energética. Pero estaría en conflicto con las ganas de las titulares de Hacienda, María Jesús Montero, y de Economía, Nadia Calviño, a lograr una vicepresidencia económica.

El ascenso de Calviño es el más comentado en las últimas semanas, tras el toque de Bruselas a España. Hasta que no se despeje la quiniela del Gobierno es imposible conocer cómo quedará la foto definitiva. Lo único claro es que Sánchez, aunque no sea su opción favorita, está ahora abierto a pactar hasta con los independentistas de Oriol Junqueras.

Nadie espera que obtenga la mayoría suficiente para ser investido presidente en la votación prevista para comienzos de julio, ni probablemente en la segunda, unos días después. En este escenario, las negociaciones se alargarían hasta después de las vacaciones.

Otro elemento de in-quietud para la economía. La recaudación no sube como se esperaba y las comunidades autónomas incrementan el gasto y las contrataciones sin que nadie les ponga tope. El déficit público permanecerá este año muy por debajo del 3 por ciento, pero la senda para los próximos ejercicios es cada día más incierta.

La opción defendido por el secretario general, Jose Luis Ábalos, de intentar que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, dé su brazo a torcer y acepte abstenerse para facilitar la investidura, pierde fuelle.

Los socialistas han caído en la cuenta de que sin el apoyo de Ciudadanos ni de Podemos será imposible sacar las reformas adelante. Para empezar, los Presupuestos, que debería pasar su reválida en septiembre. Una investidura con la abstención de Cs sería insuficiente para después gobernar y un pacto con la formación naranja es una quimera.

En estas circunstancias, la incorporación de Iglesias al nuevo Ejecutivo gana muchos enteros. Una opción terrible, que presionará al alza el gasto, tensará los mercados y colocará al país de nuevo al borde del precipicio, en cuanto se materialice alguno de los factores de riesgo de recaída, que atenazan la economía mundial. Un Gobierno con Podemos sería muy dañino para todos.

PD.-El nerviosismo cunde también en la elegante sede de Red Eléctrica de España, en el corazón de La Moraleja, uno de los barrios más ricos de la Comunidad de Madrid. Su inquilino, el socialista Jordi Sevila, acaba de echar por la borda al anterior consejero delegado, Juan Lasala, alegando que tenía mala relación con los sindicatos, pese a que ni siquiera trataba con ellos. Si Iglesias desembarca en Transición Ecológica, pasaría a depender de su política. La presidencia de REE es un puesto muy goloso, al que los podemitas podrían dirigir sus aspiraciones, por la remuneración, más de 700.000 euros anuales. Temeroso del futuro, Sevilla paralizó sus planes para blindarse y subirse más el sueldo, a la espera de acontecimientos. La camisa no le llega al cuello. No me extraña, con las constantes meteduras de pata en la gestión de la Red Eléctrica.

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