
Pedro Sánchez protagonizó ayer su primer discurso de balance del año como presidente del Gobierno. El líder socialista quiso marcar al máximo las distancias respecto al anterior Ejecutivo, hasta el extremo de afirmar que tomó más medidas en siete meses, muchas de ellas económicas, que Mariano Rajoy en siete años.
Más allá de comparaciones puramente numéricas, una evaluación cabal de la gestión de Sánchez exige ponderar la naturaleza de esas medidas y, sobre todo, los efectos que desencadenarán a medio y largo plazo. Desde de este punto de vista, el balance no es en absoluto tan positivo. Basta con analizar uno de sus pasos más recientes: la nueva subida de las bases máximas de cotización. En este caso, no solo cabe reprochar que se continúe una política que sube sin interrupción la aportación de los sueldos más altos, sin contrapartida en la cuantía de sus pensiones.
El balance de Sánchez olvida los prejuicios que medidas como volver a subir las bases máximas de cotización provocan
Además, debe considerarse el creciente desincentivo que sufre el acceso a los salarios elevados, y la presión que sufren los ya altos costes laborales de las empresas. Estas últimas, además, ven cómo sus cargas se acrecientan con otras medidas del Gobierno, como el alza del 22 % del salario mínimo y los efectos arrastre que tiene en los rangos laborales inmediatamente superiores.
Tampoco hay lugar para ser optimistas sobre el impacto de incrementar el gasto en la Seguridad Social por la revinculación permanente de las pensiones al IPC o por las mayores protecciones para los autónomos a cambio de una subida ínfima en sus bases mínimas. Decisiones de este tipo pueden deteriorar gravemente la confianza de empresas e inversores, al tiempo que comprometen la estabilidad fiscal. El balance del Gobierno, por tanto, no debería ser tan triunfalista.