
Ni en sus peores sueños habría imaginado el presidente del Gobierno lo cruel y estresante que es el cargo que asumió en la moción de censura a lo Shelley que protagonizó el pasado mayo. Tras despedir a dos ministros obligados a dimitir, por sus problemas fiscales uno y por su afición al plagio otra, Pedro Sánchez pasa sus días tratando de que se deje de hablar de lo que él mismo copió en sus trabajos universitarios y de que cesen las revelaciones con olor a extorsión para perjudicar a su ministra de Justicia, pillada en una flagrante mentira en público, algo que a otros (José Manuel Soria) les obligó a abandonar el cargo de manera fulminante.
Para evitar que siga creciendo la bola ya gigante de las sospechas sobre la tesis y el libro se han evitado preguntas incómodas en la rueda de prensa semanal del Gobierno, en la que pudo preguntar la televisión pública holandesa pero no pudieron hacerlo los medios españoles que han desvelado detalles del corta pega que Sánchez llevó a cabo en ambos trabajos. Y bien necesario era el pasado viernes conocer la versión del Ejecutivo sobre la aclaración de una de las plataformas de detección de plagios que subió al 21 el porcentaje de texto copiado que la portavoz gubernamental había limitado por debajo del 1%. Lástima no haber podido conocer esa versión oficial.
La situación de Dolores Delgado no parece, por muy delicada que sea, abocada a un cese disfrazado de dimisión como ocurrió con Huerta y Montón. El presidente parece poco dispuesto esta vez a que la oposición y los medios críticos se cobren una tercera cabeza ministerial, que elevaría las salidas del Gobierno a una renuncia cada mes de mandato. Insostenible incluso para un gabinete con el escueto apoyo de 84 diputados.
En un otoño incipiente que en el calendario tiene aún pocas horas pero en lo político lleva años acentuándose, surge la encuesta del CIS para sembrar aún más la controversia sobre la acción del Gobierno. No solo se ha cuidado de colocar la distancia entre PSOE y PP en términos siderales, algo que ningún instituto demoscópico ha adivinado en los últimos cuatro años. Ha añadido además un claro triunfo al bloque de la izquierda que le otorgaría más escaños que a la eventual (insospechada) coalición entre PP y Ciudadanos, algo ue no ha ocurrido en lo que llevamos de legislatura.
Los resultados del CIS ponen en la mano del presidente la convocatoria de elecciones de forma inmediata, que sin duda alguna ganaría para consolidar su otoñal Gobierno y dotarle de mayor credibilidad ante los ciudadanos. Será interesante comprobar si lo hace o no, si se decide o no a aprovechar la oleada de una España claramente socialista que dibuja el instituto público de sondeos. Porque si no lo hace, que es lo más previsible, estará amplificando las dudas razonables que la encuesta de hoy deja a millones de españoles.