
Casi todo el mundo dice que el modelo económico de Japón ha implosionado. Desde 1991, el crecimiento medio ha sido de sólo un 0,9%, frente al 4,5% de las dos décadas anteriores. El lento crecimiento, combinado con grandes déficit fiscales y una inflación cercana a cero, ha hecho que la deuda pública pase del 50% del PIB al 236 del PIB.
El Abenomics, el conjunto de reformas iniciadas por el primer ministro Shinzo Abe cuando llegó al poder hace seis años, prometió conseguir una inflación de hasta el 2%. Pero cinco años de tipos de interés cero y una masiva expansión cuantitativa no han conseguido este objetivo. Una tasa de natalidad de 1,4 y una inmigración casi nula significan que la mano de obra de Japón podría reducirse en un 28% en los próximos 50 años, haciendo que la atención sanitaria para las personas mayores sea inasequible y aumentando drásticamente el déficit fiscal, que ya se está situando en el 4% del PIB.
Los aumentos de impuestos y los recortes del gasto público para reducir el déficit son esenciales para evitar una crisis de la deuda. Se necesita una reforma estructural para aumentar la anémica tasa de crecimiento.
A pesar de todo esto, la tesis predominante sobre el supuesto fracaso del modelo japonés podría ser errónea. Si bien el declive demográfico de Japón plantea desafíos, también puede implicar algunas ventajas: y la deuda de Japón son mucho más sostenibles de lo que parecen.
Es cierto que el crecimiento del PIB nipón va a la zaga de la mayoría de las demás economías desarrolladas, y es probable que siga haciéndolo a medida que la población disminuya lentamente. Pero lo que importa para el bienestar humano es el PIB per cápita, y en este frente el crecimiento anual de Japón del 0,65% en la década desde 2007 es igual a los EEUU y es mejor que el 0,39% del Reino Unido y el 0,34% de Francia - nada mal para un país que comienza con uno de los niveles de vida más altos del mundo.
Es cierto que en los últimos 25 años, el crecimiento per cápita de Estados Unidos ha sido más rápido; pero la economía de Japón no está distorsionada por el aumento masivo de la desigualdad que ha dejado a muchos trabajadores estadounidenses enfrentando salarios reales estancados durante ese período. El desempleo está por debajo del 3%.
En cuanto a capacidad para proporcionar prosperidad a una amplia gama de ciudadanos, la economía de Japón se compara bien hoy en día con casi cualquier otra. Con las tasas de criminalidad entre las más bajas del mundo, el modelo social japonés debe estar haciendo bien algunas cosas. Y el turismo está en auge, con un aumento del número de visitantes extranjeros de seis millones a casi 20 millones en los últimos 15 años.
Por supuesto, lo que es cierto hoy podría ser demográficamente insostenible mañana; y si la tasa de natalidad de Japón se mantiene permanentemente en 1,4, la rápida disminución de la población podría plantear graves problemas. Pero las advertencias de que la proporción de trabajadores en relación con los jubilados se reducirá de 2,1 a 1,3 exageran el caso, porque definen arbitrariamente que la edad de trabajar termina a los 65 años, e ignoran la posibilidad de aumentar la edad de jubilación, como está haciendo ahora el Gobierno de Abe. Si la edad media a la que las personas dejaron de trabajar aumentara a 70 años, la proporción de trabajadores en relación con los jubilados seguiría disminuyendo, pero sólo de 2,1 en la actualidad a 1,8 en 2050.
Además, Japón es líder mundial en las tecnologías que pueden permitir que las personas mayores permanezcan económicamente activas durante más tiempo, y en la robótica que permite que los bienes y servicios sean producidos por un número cada vez menor de trabajadores. Los temores de que los robots destruyan puestos de trabajo están notablemente ausentes en el debate nacional japonés. Un libro reciente que ensalza los beneficios y los desafíos de La vida a los 100 años ha sido un éxito de ventas.
En un mundo de posibilidades de automatización radical, una esperanza de vida elevada y en aumento y una población en declive son mejores problemas que el rápido crecimiento demográfico que amenaza con abrumar la creación de empleo en algunas economías de mercado emergentes.
En cuanto a la deuda pública y a los déficit fiscales insostenibles, es probable que los catastrofistas que advierten de una crisis inevitable si no se impone pronto el ajuste de cinturones se sientan decepcionados. La deuda pública bruta de Japón puede ser del 236% del PIB, pero después de compensar los activos financieros propiedad del gobierno, el Fondo Monetario Internacional estima que la deuda neta es mucho menor (152%).
Además, el Banco de Japón posee bonos del Estado por valor del 90% del PIB y, en última instancia, devuelve al gobierno en forma de dividendos todo el dinero que recibe del gobierno en concepto de intereses sobre los bonos que posee. Deduciendo tanto los activos financieros públicos como todas las deudas que el gobierno y el pueblo japoneses se deben a sí mismos, el nivel de deuda es sólo del 60% del PIB y no está aumentando. Este nivel de deuda podría ser sostenible incluso si los déficit fiscales se mantienen altos durante muchos años.
Para ver por qué, supongamos que un país tiene una deuda pública bruta del 250% del PIB, una deuda neta del 150% y una tenencia de bonos del banco central del 100% del PIB, lo que deja una deuda neta del 50%. Supongamos entonces que la inflación y el crecimiento real se mantuvieron estables en el 1% cada uno, de modo que el PIB nominal crece en el 2%. Con un rendimiento de los bonos del 2% (frente al 0,1% actual en Japón), estas ratios de deuda se mantendrían estables incluso si el Gobierno registrara un déficit primario del 4% del PIB y un déficit total del 5%, año tras año.
Eso es más o menos lo que Japón hace. Lejos de reaccionar horrorizados ante este comportamiento claramente insostenible, los compradores de bonos de todo el mundo siguen haciendo cola para comprar bonos gubernamentales a cambio de rendimientos que son poco más que cero.
Nada de esto es negar desafíos importantes. Los costes de la atención de la salud podrían aumentar aún más el déficit fiscal. Y la teoría económica sugiere que, en algún momento, el rendimiento de los bonos debería ser superior al crecimiento del PIB nominal. Por ambas razones, es deseable un plan a medio plazo de saneamiento presupuestario. Y, en ausencia de un aumento de la tasa de natalidad o al menos de una cierta inmigración, el progreso tecnológico que Japón busca será esencial para hacer frente al envejecimiento de la sociedad.
Sin embargo, el pesimismo generalizado sobre las perspectivas de Japón está muy por encima de lo esperado. Muchos países tendrían suerte de tener los problemas de Japón.