Opinión

Damnificados por la explosión turca

  • El aterrizaje de Sánchez a la realidad está siendo rápido
  • ¿Puede ser la lira la espoleta que provoque otra crisis como en 2008?
Imagen: Naxo Álvarez.

El equipo de comunicación de Moncloa eligió agosto, un mes en el que la atención informativa es dispersa, para dar a conocer el polémico nombramiento de la mujer del presidente, Begoña Gómez, como nueva directora del Africa Center del Instituto de Empresa.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, también cree que agosto es un buen mes para retractarse de parte de las medidas anunciadas desde su nombramiento, sobre todo los impuestos. En elEconomista sostenemos que iba a ser imposible subirlos todos. En una cuidada entrevista concedida a Efe, en la que la agencia jugó al despiste con el titular, Montero abjuró de sus promesas.

Entre las renuncias más llamativas está el gravamen a la banca, que iba a dedicarse a compensar la subida de las pensiones. Ahora queda pospuesto sin fecha. La decisión se produjo después de que Sánchez recibiera durante el mes de julio uno por uno a los grandes del Ibex, entre ellos a Ana Botín.

La presidenta del Santander rompió, al parecer, la tradición familiar de alabar la política del Gobierno de turno y adoptó una postura franca. Botín se curtió en el Reino Unido, donde formó parte del consejo de asesores del ex primer ministro David Cameron.

Unos días después, con ocasión de la presentación de los resultados trimestrales, el consejero delegado del grupo, José Antonio Álvarez, advirtió sobre una hipotética salida de estructuras de filiales fuera de España, sin concretar nada.

Sánchez enseguida tomó nota, al igual que con el Impuesto de Sociedades, que también estuvo entre los temas de conversación con los jefes del Ibex. Montero transformó como por arte de magia su amenaza impositiva a las grandes empresas en un gravamen mínimo del 15 por ciento sobre la base imponible, que está por debajo del 19 por ciento de media que pagan ya. Es decir, afortunadamente casi será como agua de borrajas.

Pero el nudo gordiano está en el aumento de la fiscalidad al diésel. Una decisión que tiene cabreados a la mitad de los ciudadanos. Sobre todo, a los de menor poder adquisitivo, que son los compradores de automóviles diésel. En Moncloa se percataron rápidamente de la barbaridad que representa gravar por sorpresa a una buena parte de sus votantes, y peor aún en un momento en que los combustibles alcanzan precios máximos por culpa de la fortaleza del dólar. Montero se lo pensó mejor y ahora es una subida en estudio para los presupuestos de 2019. Pero que no se incluirá en un año presuntamente electoral. Ya lo verán.

El aterrizaje de Sánchez a la realidad está siendo rápido. Ante la dificultad para sacar un acuerdo presupuestario o para cambiar la Ley de Estabilidad, empieza a valorar si prorroga las cuentas o acude a las urnas

Por último, la llamada tasa Google a las tecnológicas queda también en el limbo por falta de tiempo para implantarla, algo que ya se cuestionó con el anterior Ejecutivo.

La política de inmigración es otra de las áreas en las que Sánchez comienza a hacer malabarismos para rectificar la impresión de que está dispuesto a acoger con los brazos abiertos a todos los subsaharianos que crucen el estrecho. La primera en amonestarle, en su visita a Doñana, fue la canciller, Angela Merkel.

El aterrizaje de Sánchez a la realidad está siendo rápido. Ante la dificultad para sacar un acuerdo presupuestario o para cambiar la Ley de Estabilidad, empieza a valorar si prorroga las cuentas o acude a las urnas. Una tesis que cobra sentido después de conocer el documento presentado esta semana por Podemos en el que exige alzas de impuestos a todas las rentas desde 60.000 euros anuales y la supresión de las desgravaciones en fondos de pensiones.

¿Puede ser la lira la espoleta que provoque otra crisis como en 2008? Ésta es la pregunta que se hacen muchos analistas ante el temor de contagio al resto de países emergentes

Conciliar las posturas presupuestarias entre dos partidos de centro derecha como PDeCat o PNV, contrarios a las alzas fiscales, y la de Podemos va a estar complicado.

De sabios es rectificar. Sánchez hace bien en cuestionarse las alzas fiscales en un momento en que comienzan a flaquear desde el turismo, al consumo interno o las exportaciones, que fueron los motores económicos de los dos últimos años.

El entorno exterior también se complica. La caída de la lira puso de los nervios a los mercados financieros, que temen que las tensiones comerciales golpeen a China y den al traste con la recuperación mundial.

¿Puede ser la lira la espoleta que provoque otra crisis como en 2008? Ésta es la pregunta que se hacen muchos analistas ante el temor de contagio al resto de países emergentes. Nuestra impresión es que no. Turquía es demasiado pequeña, su PIB es dos tercios el de España pese a que casi la duplica en habitantes. El culpable es la tozudez de Erdogan al negarse a subir los tipos de interés. En estas circunstancias, mejor no tentar a la suerte.

PD.-El mundo financiero asiste atónito a los fallos de previsión del BBVA sobre Turquía, donde mejoró la previsión de ingresos solo unos días antes de estallar la tormenta. Destaca, sobre todo, el silencio de Francisco González, que con Zapatero salió a dar lecciones de economía urbi et orbi. ¿Por qué calla ahora? Es obvio que por temor a Erdogan. La seguridad jurídica pende de un delgado hilo que conviene no tensar, no vaya a ser que se rompa. Tampoco anduvo muy acertado en la elección de socio Florentino Pérez, que hace unos meses justificaba su alianza con Atlantia para comprar Abertis por el saber hacer y el liderazgo de la concesionaria italiana. Parece que todo era una pose para justificar la operación ante las autoridades españolas. ¿Cuál es el futuro ahora de Abertis? Más incierto que nunca.

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