
Aunque la tensión ha bajado tras la reunión de Donald Trump con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, la pugna comercial que mantiene EEUU con China ya pasa factura a España.
Da fe de ello que el sector exterior, lejos de sumar, empieza a lastrar el crecimiento económico. En concreto, restó dos décimas al PIB de abril a junio. Este frenazo es básico para que España muestre el ritmo de avance más bajo en cuatro años (solo el 0,6%) y que el dato adelantado del PIB anual se quede en el 2,7%.
Eso no quiere decir que la recuperación económica se haya paralizado, pero sí que existe una importante desaceleración que solo puede compensar la mayor demanda interna. Sin duda, fiar el crecimiento a un único factor entraña riesgos, pero en un momento como el actual, cuando la inflación de julio se sitúa ya en el 2,2%, todavía es más peligroso.
De hecho, los mayores costes ya empiezan a frenar el consumo. Así lo indica el dato de gasto en los hogares, que solo se elevó un 0,2% en el segundo trimestre. Por si fuera poco, el encarecimiento que muestran los carburantes es especialmente lesivo para las expectativas de consumo e inversión.
Todo ello nos aboca a un panorama económico más incierto que, además, llega en un momento delicado, con un Gobierno en minoría y una parálisis reformista que amenaza con provocar más deterioro del PIB. De ello avisa también Carlos Slim al indicar que "los países que suben impuestos son los que más se endeudan y se meten en más líos".
El Gobierno debería tomar buena nota de la advertencia que el magnate mexicano lanza y no proponer medidas como alzas de gastos y tributos que, sin duda, perjudicarán a la demanda interna y, por tanto, al crecimiento.