
Para calibrar, en el futuro, el papel que en la historia de la economía española pasa a tener, forzosamente, Sánchez, conviene conocer lo más exactamente posible la herencia que recibe. La revolución informática derivada de la macroeconomía ofrece así la ventaja de disponer de cifras adecuadas.
En primer lugar el PIB, en 2017 había crecido un 3,1% y logró así, definitivamente, superar cualquier PIB por habitante de cualquier época, teniendo además en cuenta que el divisor del PIB son 47 millones de habitantes.
Esos datos, al compararlos con los del conjunto de la eurozona, muestran que se ha logrado que la renta por habitante de España supere ya la de Italia, y que ponga un ritmo de convergencia, clarísima para esta macromagnitud, con Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido.
Pero en el ámbito mundial, con forzoso impacto en la economía española, se ha producido el impacto del incremento del precio del petróleo, un producto esencial como bien hemos sabido más de una vez, para el funcionamiento de la economía española. No se pueden ignorar tampoco los dos choques comerciales que han surgido: el de la Unión Europea y Estados Unidos, y el de Estados Unidos con China.
No parece haber una seria confrontación con el caso de Japón. Incluso su crecimiento, que era de aumento del PIB en un 1,7%, se prevé que se sitúe en el 1,0% en el 2018. Algo alivia y alivian así esa situación los incrementos asiáticos de India e Indonesia, pero los intereses españoles se van a ver afectados en amplias zonas de Iberoamérica.
Basta leer en el diario bonaerense La Nación de 9 de junio de este año, al día siguiente del Acuerdo del Fondo Monetario Internacional con Argentina, a causa de la nueva situación del Banco Central de la República Argentina, "el peso se devaluó otro 1,3%, aunque la tasa de riesgo país cayó de 481 a 475 puntos. Y ahora, México".
Pero, inmediatamente, la noticia de la restricción de gasto público preocupa a la Cámara de la Construcción, reunida en Paraná. Un artículo de Olivero, titulado El Fondo no dijo por dónde empezar, señala la notable magnitud y las tensiones políticas y económicas que surgirían de inmediato en el país, ante esta nueva realidad.
Pero, ¿este panorama afecta únicamente a Ar-gentina? Un repaso, país por país iberoamericano, ante problemas generales internacionales y otros creados en el área iberoamericana -con esa cumbre de caos que es la que se alza en Venezuela- forzosamente han de preocupar en España.
En el comentario Comportamiento errático en los mercados financieros globales publicado en el Informe Mensual correspondiente a junio de 2018 de CaixaBank Research, señala que en las bolsas emergentes, al observar el índice MSCI, se ve que "por regiones, la más penalizada fue América Latina, cuyo índice MSCI perdió un 14,3%, lastrado especialmente por el retroceso del 7,5% de la bolsa mexicana".
A esta herencia doble, debe añadirse lo que sucede en el gran sostén de nuestro fuerte desarrollo, que es el sector exterior. No observamos que aun con perspectivas en el incremento de las exportaciones del 3,7% -en 2017 crecen un 5,0%- es evidente que no podemos dejar de observar impactos casi seguros en nuestro mejor mercado, el europeo, y el inicio de reacciones nacionalistas bastante marcadas algunas veces.
Perder el espíritu de los fundadores del Mercado Común Europeo avanza por doquier. Afortunadamente, me parece que eso no sucede en relación con Portugal, pero una y otra vez -concretamente en el caso de los enlaces energéticos, pongamos por caso- eso ocurre con Francia. El que España dejase la herencia de haber saldado la balanza exterior por operaciones por cuenta corriente de modo claro -lo que casi contrasta con la mayoría de los anteriores de nuestra acción exterior contemporánea-, supondría un choque fuerte.
Pero a estas amenazas hay que añadir la que se agazapa en una realidad política evidente. El Go-bierno Sánchez se apoya en una débil cobertura propia del PSOE, a causa de la crisis progresiva de este partido, y de una serie de apoyos de tipo nacionalista localista, cuando no separatista, y de tipo populista.
Su apoyo se verifica a través de dos causas, o bien aceptando medidas que suponen ruptura del mercado, o bien aumento del gasto público, contra todos los mandamientos del Banco Central Europeo, a más de reformas del mercado laboral, con pérdida automática de competitividad.
Los tres motivos inciden negativamente en el fenómeno del continuo descenso de la tasa de paro. Al situarse ésta, en estos momentos en torno al 16%, era señal de que habíamos emprendido un buen camino, apoyándonos precisamente en el aumento de la flexibilidad laboral. Es una realidad que, desde luego, no seduce a populismos adoradores de ideas keynesianas vulgares.
No se debe tampoco olvidar otra herencia. El conjunto de la población española ha pasado a decrecer, con un incremento porcentual de los viejos.
Pero eso significa, automáticamente, un aumento en el gasto público a través del mecanismo heredado de las pensiones y, desde luego, del gasto sanitario. Añadamos que los viejos son votantes, y por ello susceptibles de ser movilizados desde posiciones populistas, fundamentales para que el Gobierno Sánchez se mantenga en el poder.
Ante este panorama, si se pretende mantener en el poder el Gobierno Sánchez con más déficit público, con ruptura del mercado interior y con rigideces en el mercado laboral -y no digamos si surge, unido a todo eso, una subida de impuestos, por ejemplo, sobre el sistema bancario-, no será posible evitar una seria crisis económica.
A corto plazo se habrá conseguido el voto de separatistas más o menos radicales, de organizaciones sindicales, de pensionistas, pero a largo plazo, será aquello que un gran economista señaló como análogo a lo sucedido con muchos de los indígenas del Oeste de Estados Unidos: a cambio de recibir ansiadas bebidas alcohólicas vendían los derechos a sus tierras.
Cuando se despertaron con la resaca, se encontraron, para el futuro, sin bienes y sin siquiera lograr más alcohol. Y como dijo Mises "el economista no condena al sindicalismo por ser un buscador de ventajas, sino simplemente porque, por esa vía, no se consiguen elevar los salarios reales del conjunto de los trabajadores".