Opinión

Razones por las que la victoria de clinton beneficia a la bolsa

Dicen que nada está acabado hasta el final. Aun así, a menos de dos semanas de que termine la campaña electoral más peculiar de la memoria viva de Estados Unidos, solo parece haber un ganador posible el 8 de noviembre: la candidata demócrata Hillary Clinton. Por primera vez en la historia, Estados Unidos estará presidido por una mujer.

Al menos a corto plazo, la inevitable victoria de Clinton reforzará las acciones globales porque el alivio generalizado de saber que Melania Trump no está tomando las medidas de las cortinas de la Casa Blanca, que habrá continuidad para unas políticas económicas que agradan al resto del mundo, que la Reserva Federal podrá seguir normalizando los tipos de interés y señalará que, pasado el Brexit, no hay ningún movimiento global contra el libre comercio. A largo plazo, Clinton tal vez no haga demasiado por el crecimiento (siente debilidad por la clase de cambios fiscales engorrosos que han demostrado ser un fracaso absoluto en Europa) pero inmediatamente después de su victoria las acciones podrían subir.

Más entrado noviembre, Donald Trump habrá tenido tiempo de sobra para reflexionar sobre por qué ha fracasado estrepitosamente su campaña. Manejó temas bastante potentes (movilizar a la gente corriente contra la élite funciona en casi cualquier lugar últimamente) y se enfrentó con una oponente excepcionalmente deteriorada, sin carisma ni encanto para atacar a su rival (cualquier orador que se precie habría aniquilado a Trump en los debates con alguna frase corta ingeniosa). Y pese a eso, su campaña se ha desmoronado. Demasiadas acusaciones de abusos de distintas mujeres como para pasarlas por alto. Aunque casi todas las democracias modernas aceptarían a un mujeriego como presidente o primer ministro, la repulsividad de Trump es lo que le hace ser inapropiado para gobernar a los ojos de la mayoría. Cuando hasta una estrella del porno como Jessica Drake le acusa de mala conducta sexual, se sabe que algo está pasando o debería pasar.

La última quincena se aproxima y Clinton lleva la delantera. Según una encuesta de intención de voto de ABC, se adelanta un 50 por ciento frente al 38 por ciento de Trump. Las encuestas estatales no son más alentadoras para el candidato republicano y, dado que gran parte de su partido le ha abandonado, tiene pocos recursos de los que echar mano. Los operadores políticos profesionales no desaprovechan oportunidades como esas y Clinton es una profesional.

Si Clinton sale victoriosa el mes que viene, los mercados globales se reforzarán. Veamos por qué.

Primero, en señal de alivio. El resto del mundo cree que Trump es totalmente inapto para un cargo público. Con razón o sin ella, el presidente de Estados Unidos se supone que es una persona de prestigio internacional, alguien que pueda ofrecer liderazgo y sepa qué hacer en una crisis. Hasta sus defensores más firmes lo tienen difícil para argumentar que Trump es esa persona. Si no consigue llegar a la Casa Blanca, valdrá un par de puntos porcentuales en el Ftse o el Dax, por la sencilla razón de que habrá una cosa menos de la que preocuparse.

Segundo, Clinton es continuidad. Tendrá sus propias políticas distintas de las de Barack Obama pero trabajó en su Gobierno y también es demócrata. No habrá cambios bruscos. La economía americana no ha sido precisamente perfecta en los ocho últimos años, pero vista desde el resto del mundo no le ha ido mal (mejor que a casi todas las grandes economías). Al mercado bursátil le gusta la estabilidad y, sobre todo, la estabilidad en el camino hacia un crecimiento modesto.

Tercero, la Reserva Federal podría seguir normalizando los tipos. El hecho de que todavía tengamos tipos de interés de emergencia en todo el mundo ocho años después de la crisis financiera y Europa siga imprimiendo grandes cantidades de dinero, nos recuerda que la economía global no se ha recuperado del todo desde 2008. Aun así, la Reserva Federal ya ha subido los tipos una vez y podría volverlo a hacer antes del final de año (si sale elegida Clinton). Con Trump, nadie sabe qué pasaría con los tipos (o con la Reserva Federal, dados los ataques que le ha propinado a su presidenta). Lo mejor que les podría ocurrir a los mercados globales en los próximos años es una transición fluida a los niveles normales de tipos de interés, y eso es mucho más probable que suceda con Clinton.

Por último, el comercio abierto recuperará el rumbo. Por todo el mundo, la decisión británica de abandonar la Unión Europea se consideró una protesta contra la globalización y el libre comercio, y quizá una señal de que ambos iniciaban la retirada. No era toda la historia porque los británicos habían votado, igual de plausiblemente, contra un estrato de gobierno que no era ni muy democrático ni añadía demasiado a sus vidas. Si saliera elegido Trump poco después, sobre una plataforma proteccionista, se confirmaría esa tendencia y los mercados bursátiles se escabullirían rápidamente hacia atrás. Una victoria de Clinton, por otro lado, haría que el Brexit pareciera un caso aislado y los inversores se convencerían de que el libre comercio está aquí para quedarse.

Que la presidencia de Clinton sea positiva para la economía global a largo plazo es una cuestión aparte. En la medida en que ha desplegado sus políticas económicas, no hay mucho que sugiera que tiene la más remota idea de cómo impulsar el crecimiento estadounidense o el global, y tiene debilidad por la clase de cambios fiscales engorrosos que han perjudicado tanto a la economía europea. Dicho eso, será una mano firme y segura en la caja registradora. Si, como ahora parece inevitable, el mercado se despierta el 9 de noviembre con cuatro años por delante de presidenta Clinton, esperen que los mercados de todo el mundo suban con la noticia.

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