
H ay que ir hasta 2008, concretamente a diciembre, para ver el último movimiento de tipos de interés por parte de la Fed. En aquellos momentos, y en una decisión histórica, los rebajó al nivel del cero. También histórico será el día que el banco central americano los suba, pero habrá que esperar aún ese momento. Ciertamente había mucha expectación en esta reunión por la posibilidad de que en EEUU comenzara la normalización de la política monetaria, pero al final optó por no mover ficha, aunque del comunicado se extrae que estrecha la vigilancia y el alza se podría producir para la próxima reunión, algo que, en mi opinión, no ocurrirá al menos hasta el inicio de 2016.
Desde luego la decisión parece muy acertada. El anterior presidente, Ben Bernanke, llegó a sugerir que la Fed ligaba su política al mercado laboral. Si hacemos un análisis del mismo y nos fijamos en la ratio de desempleo, vemos la buena salud que presenta la economía número uno del mundo, con un envidiable 5,1 por ciento de paro en agosto. Pero si profundizamos en el análisis del mercado laboral la realidad es diferente: disminución de la población activa, mayor número de parados de larga duración, salarios inferiores a los niveles previos a la crisis, menos horas trabajadas; todo muestra un mercado laboral no tan sólido.
Si ahora nos vamos a mirar la evolución de los precios, no olvidemos que es la principal variable a la que están dirigidas las actuaciones de los bancos centrales, no parece que la evolución de esta variable justifique la subida. La inflación interanual allí es de tan solo el 0,2, siendo la acumulada en el año del 1,5; cifras muy alejadas del objetivo del 2 por ciento. Si nos interesamos por las previsiones el horizonte tampoco obliga a una subida de tipos, pues hay más presiones deflacionistas que inflacionistas. En esta ausencia de presión sobre los precios tiene mucho que ver la reciente devaluación del yuan, así como la caída del precio del petróleo, también propiciada por China y su menor crecimiento. Por otra parte la Fed se está encontrando con que los tipos a largo se ven presionados por la fuerte venta de su principal tenedor de bonos, China, que desde agosto puede llevar vendidos más de 31.000 millones de bonos americanos, al objeto de recomponer sus reservas después de que el banco central se haya empleado a fondo para proteger su divisa.
En el mensaje de la Fed, y aunque no se reconozca expresamente, se puede decir que el banco central se ha encontrado con China en su hoja de ruta. Desde luego una vez más se demuestra que China es el hito mundial más importante que se plantea económicamente desde el verano de 2007; cómo será su importancia que la todopoderosa Fed se ve condicionada en su política.
Para los planes chinos la devaluación es escasa; probablemente veamos una o dos nuevas devaluaciones adicionales de la misma intensidad que la vista hasta ahora. Posiblemente el banco chino quiera que la devaluación total ronde el 10 por ciento, y en todo caso y como límite máximo podría llegar al quince. Ir más allá de esta cifra sería catastrófico.
Esta devaluación le vendrá muy bien a China para apoyar sus planes. La devaluación apuntalará la balanza exterior, maltrecha según los últimos datos, pues la caída del yuan no busca competitividad para sus exportaciones. China sabe que, dado que exporta artículos por precios, la subida de sus costes salariales no le permiten seguir con un modelo basado en la exportación. Como ya viene haciendo, debe fortalecer robustamente su demanda interna que será el motor de su crecimiento y estabilidad económica. La devaluación protege en parte de las importaciones y apoyará el consumo interno. Sus autoridades parecen estar plenamente concienciadas de que esta etapa de crecimiento de dos dígitos es ya historia; además, ha ocasionado estructuras y empresas no sostenibles económicamente, empresas zombis. A partir de ahora veremos muchos anuncios de reestructuración de fábricas, empezando por las ligadas al sector inmobiliario. Además las corporaciones chinas salen abiertamente y sin esconderse hacia nuevos mercados, véase España como ejemplo. Por otra parte la devaluación le permite tener una mayor estabilidad de cara a incluir el yuan en la cesta de divisas del FMI.
China es hoy el centro de todas las miradas y hay razones para ello. Es la segunda economía del mundo, su importancia económica es incuestionable y a partir de ahora será un interlocutor clave en el tablero mundial. Es además la gran esperanza de que el mundo abandone la atonía general económica, lo que llamamos estancamiento secular los economistas (ya saben: incrementos de PIB bajos y sin generar empleo con niveles de precios rozando la estabilidad). Un panorama, el del estancamiento, preocupante, pero que lo podemos apreciar en Europa y al cual se aproximan algunos países emergentes. China es la esperanza, como comentaba anteriormente, puesto que en el momento en que la demanda interna del dragón asiático dé el paso adelante, tirará del consumo del resto de los países; no olvide que China es hoy la segunda economía, pero en menos de quince años sobrepasará en cifras a EEUU. Es además el banquero de ese país; las ventas de deuda son solo un recordatorio serio de ello. Hay que ser muy miope para no dar a los acontecimientos chinos la importancia que tienen.