
Ha sido aparecer Feijóo y revolucionar el gallinero de Moncloa, hasta el punto de obligar al gallo y señor del lugar a abandonar su zona de confort en la televisión pública y la Sexta para dar la cara y cacarear en otros medios menos complacientes. Y es ahí donde tras reafirmarse en su "no es no" irracional a bajar impuestos, Pedro Sánchez anunció que convocará elecciones generales en diciembre de 2023. Fecha que aparte de que es la obligada por ley no deja de tener un componente de personalismo caudillista teniendo en cuenta de que a España le corresponde ocupar la Presidencia de la UE en el segundo semestre del año próximo. Y a Sánchez su ego le pide despedirse, por si acaso, como presidente de Europa además de utilizar el foco de esa Presidencia como elemento de imagen personal y propaganda electoral.
Claro que visto el nulo valor de la palabra del Presidente más vale poner esa fecha en confinamiento severo, tanto como su compromiso de convocar un debate sobre el Estado de la Nación antes del verano, sobre todo conociendo su alergia al Parlamento y con los precedentes de ser el único presidente de la democracia que en sus cuatro años de gobierno que no ha hecho ninguno.
Falta de credibilidad a la que se une el desconcierto, la inquietud y la división que el desembarco en Madrid del todavía presidente de Galicia ha provocado en el Gobierno y el PSOE. Dirigentes socialistas próximos a La Moncloa y algunos barones aseguran que, más allá de la voluntad de su jefe, la convocatoria electoral la decidirá la marcha de la economía y pintan bastos, en un país que ha vivido dopado por el programa de compras del BCE y las ayudas europeas y cuyos indicadores de déficit, deuda, empleo e inflación le sitúan al borde de la quiebra, con el añadido de la amenaza cierta del BCE de reducir la compra de deuda después del verano, que afectará especialmente a los países más vulnerables de la Unión, entre los que se encuentra España, y que obligará a salir a los mercados con la consiguiente subida del coste de los intereses y el empeoramiento de nuestra prima de riesgo.
Situación de urgencia máxima que obliga inexorablemente a realizar ajustes, recortes y reformas que no están en el ADN de Sánchez y sus socios y que, de llevarse a cabo romperán definitivamente una coalición de gobierno en proceso de hundimiento y con nuevas vías de agua cada día. Eso, si ERC y los "puigdemones", que son quienes sostienen al Gobierno, no retiran, o endurecen su apoyo parlamentario al sanchismo gobernante por el embarazoso asunto del espionaje informático de Pegasus a los separatistas.
Inseguro, confuso, sin propuestas y sin argumentos más allá del trasnochado recurso al miedo a la extrema derecha, que ya ni es creíble ni convence, Sánchez evidenció en televisión una falta de ideas y programa tan patentes que, incluso, destacados dirigentes socialistas contrastan con la seriedad, la credibilidad, el trabajo y las propuestas de Núñez Feijóo, que entregará este viernes en Moncloa un documento de medidas económicas sólido, documentado, trabajado y viable que, cuenta ya con las bendiciones de los empresarios, y que obligará al Gobierno a dar explicaciones de difícil justificación si, como todo apunta, ni lo acepta ni lo estudia.
Un Núñez Feijóo al que los mediocres estrategas de la Presidencia y los sectarios portavoces del sanchismo han convertido en el eje de sus ataques y sus descalificaciones que son directamente proporcionales al miedo que le tienen y al vuelco que confirman las encuestas. Y es que los vientos que soplan en Moncloa empiezan a desprender un cierto aroma a naufragio y fin de ciclo.