La prioridad del mundo es poner fin a la guerra. Sin embargo, cuando un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU invade un país, hay más en juego que la destrucción inmediata. Si el protector se convierte en agresor, ¿cómo será la paz el día después?
Según las Naciones Unidas, hasta el 18 de abril de 2022, ha habido 4.890 víctimas civiles en Ucrania: 2.072 muertos y 2.818 heridos. Las cifras reales son probablemente mayores, ya que los combates continúan.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) calcula que más de 10 millones de personas han sido desplazadas y 4,2 millones han huido del país. Cerca de la mitad de los que han huido son niños y el 80% de los adultos son mujeres.
Con la destrucción del capital físico y la huida de la gente, el FMI calcula que la economía ucraniana podría reducirse entre un 25 y un 35% este año.
Luego está Rusia. El politólogo Ilya Matveev describe cómo esta guerra destruirá 30 años de desarrollo económico. En un reciente evento de Bruegel, el economista Sergey Guriev explica cómo esto no se recuperará pronto ni fácilmente, ya que las relaciones económicas y políticas están ahora gravemente dañadas.
La Unión Europea, como vecino más cercano de Rusia, se ve naturalmente afectada. La gran mayoría de los refugiados han huido a los Estados miembros de la UE. Aunque el coste exacto es difícil de calcular, sabemos que estos Estados miembros tendrán que soportar una parte sustancial.
Sin embargo, el coste económico total para la UE es contenido. Las últimas cifras del BCE muestran que, si bien la inflación de este año será elevada en la zona del euro (5,1% y hasta un 7,1% en un escenario adverso), la actividad económica aumentará más lentamente de lo que se pensaba en un 3,7% (o un 2,3% en un escenario adverso). Lo mismo ocurre con Estados Unidos, que en cualquier caso tiene unos lazos mucho más débiles con Rusia.
Pero la contención del coste económico enmascara el hecho de que desde el 24 de febrero el mundo se ha convertido en un lugar más peligroso.
A pesar de ser un proyecto de paz en sí mismo, la UE está invirtiendo ahora en capacidad militar para tener "una disuasión creíble". Países como Finlandia y Dinamarca, que históricamente no han podido o querido tomar partido, se están replanteando rápidamente su alineamiento.
Al mismo tiempo, las represalias de varios países se han centrado, con razón, en las sanciones con la intención de destruir la economía rusa. Y aunque la guerra económica no mate a las personas, sí mata los medios de vida. A Raghuram Rajan le preocupa que su impacto pueda ser igualmente devastador y, en cualquier caso, "la falta de normas que las regulen podría dar lugar a su uso excesivo".
Está surgiendo una brecha cada vez mayor entre los países "amigos" y los "no amigos": el mundo está atrapado en la lógica de la escalada. Mientras nos esforzamos por encontrar formas de acabar con la guerra, debemos pensar en cómo será la paz.
La UE se enfrenta a graves dilemas. A pesar de las sanciones sin precedentes, sigue pagando a Rusia tres cuartos de millón de euros al día para comprar energía. En un mundo económicamente integrado, las sanciones que lanzan los países no sólo perjudican al "enemigo" sino que también le causan un grave daño a sí mismos. Por ello, la UE no está dispuesta a aplicar una prohibición energética inmediata, necesaria para acelerar el vaciado de las arcas rusas. En su lugar, ha presentado planes para reducir la dependencia del gas de Rusia en dos tercios para finales de año.
La falta de voluntad de la UE para prohibir las importaciones de energía podría implicar que no se desvincula de la energía rusa con la suficiente rapidez como para ayudar a poner fin a la guerra, pero los planes de desvinculación para finales de año también podrían ser demasiado rápidos para que Rusia se adapte.
¿Cómo saldrá Rusia de la guerra? Sin duda tendrá que pagar por la destrucción de vidas y propiedades en Ucrania y rendir cuentas ante los tribunales internacionales. La pérdida de la UE como principal destino de las exportaciones energéticas dejará a Rusia privada de importantes ingresos. ¿Será una Rusia empobrecida una fuente de mayor inestabilidad en el futuro?
La UE debe prohibir las importaciones de energía de Rusia para acabar con la crueldad de la guerra. Y debe hacerlo ahora. Pero, al mismo tiempo, debe pensar en cómo reconstruir a un vecino deteriorado y reconocer que debe asumir parte de los costes de la paz.
La comunidad internacional, por su parte, tendrá que reiniciar el largo proceso de desescalada para preservar esa paz. Nos queda un largo camino por recorrer.