Opinión

Los árboles del desempleo

Que los árboles no te dejen ver el bosque. Esta expresión de uso común en los ambientes administrativos es perfectamente aplicable hoy a la situación del mercado laboral de España y al resultado de los datos del paro registrado en marzo donde los árboles del aumento de la contratación indefinida y el exiguo descenso del paro pueden impedir contemplar la auténtica realidad de nuestro mercado laboral.

Porque si trascendemos de las ramas y nos adentramos en el bosque del análisis y la objetividad se observa que estamos ante el peor marzo en ocho años, que la disminución de 2.921 parados es insignificante si se compara con los 54.149 de 2019 a pesar de ser un mes de tránsito hacia la Semana Santa, que los 1,67 millones de contratos registrados en el mes están aún muy lejos de los niveles prepandemia y que el aumento de los afiliados a la Seguridad Social ha sido un 0,7% inferior a la que se registró en febrero.

Y ni siquiera ese crecimiento de la contratación indefinido es tan relevante como dicen porque como demuestra el informe realizado por el Servicio de Estudios de USO, de los 513.677 contratos de trabajo de carácter indefinido, que suponen el 30,73% del total, 252.855 son a tiempo parcial. Es decir que la contratación a tiempo parcial, incluyendo aquí a los fijos discontinuos, supone prácticamente la mitad de la contratación total, además de que ha duplicado su porcentaje con respecto a la de contratos a tiempo completo. Sólo así puede explicarse que con más de 1,6 millones de contratos realizados el paro baje solo en 2.921 personas.

A todo esto, hay que añadir que el cristal con el que el Gobierno presenta los datos del paro sigue siendo muy opaco porque ocultan a 605.616 desempleados. Cifra que resulta de sumar a los 3.108.763 parados registrados los 96.603 trabajadores en ERTE, 282.711 calificados como de disposición limitada y otros 226.302 incluidos bajo el epígrafe de "otros no ocupados" en el que incluye a los trabajadores en cursos de formación. En total son 3.714.379 los parados reales en España a los que habría que añadir a los más de 100.000 autónomos en cese de actividad.

Lejos pues de triunfalismos o de mensajes de propaganda política, lo que están mostrando los datos de marzo es que el mercado laboral se ralentiza como síntoma evidente del agotamiento de la economía. Una realidad que, una vez más, se ha encargado de poner en evidencia el Banco de España recortando su previsión de crecimiento de la economía para este año a sólo un 4,5%, 2,5 puntos porcentuales por debajo de las previsiones del Gobierno, con el agravante de un aumento del 7,5% en la inflación.

De hecho, el organismo supervisor, que se ha convertido en el Pepito Grillo del Pinocho gubernamental, estima que la economía española habría crecido únicamente el 0,9% en el primer trimestre, cuando todavía no se recogen los impactos de la invasión rusa de Ucrania, y deja en un mísero 0,1% su previsión para el segundo, lo que ha llevado al director general de Economía y Estadística del Banco a confirma que no descarta una posible entrada en recesión. Y si en economía hay una ley incuestionable e inmutable es que si no se genera actividad económica el empleo no crece. Y para que haya crecimiento de la actividad se necesitan estímulos y apoyo al emprendimiento a las empresas, la flexiseguridad del mercado de trabajo, control y eficacia en el gasto público y rebajas fiscales que faciliten el consumo y la inversión. Eso es lo que están haciendo nuestros socios europeos y eso sería es trabajar por el empleo y por España. A quién corresponda.

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