En los días posteriores a cada 22 de diciembre siempre me viene a la mente la misma anécdota. Me la contó un vecino de un pueblo soriano, cercano a otra localidad de esa provincia en la que, no hace tantos años, cayó el Gordo de la Lotería prácticamente íntegro.
En cuanto se enteró, mi contertulio condujo hasta el pueblo vecino para felicitar a algunos conocidos y, obviamente, para participar de la fiesta. Recuerdo el comentario con el que quiso hacerme ver que, por unas horas, un rincón de la meseta castellana fue Jauja: "El bar del pueblo, y las pocas tiendas que hay allí, se quedaron todo el día abiertas de par en par, sin nadie que atendiera o vigilara. Cualquiera podía entrar y llevarse lo que quisiera".
Está claro que los dueños de los establecimientos, en su euforia de nuevos millonarios, estaban deseando mandar a hacer gárgaras sus antiguos medios de vida.
Tampoco me olvido de lo que este buen soriano apostilló a renglón seguido, en un tono que ya nada tenía de entusiasta: "Todo siguió igual a partir de ese día. Nadie invirtió nada de lo ganado ni en ese pueblo ni en los alrededores". No sé si influyó el proverbial quietismo castellano o qué fue realmente, pero la gran mayoría de los premiados (según cuentan) ni siquiera despilfarró el dinero que les cayó del cielo. Al parecer se dieron por satisfechos con la mera posesión, el simple atesoramiento de los millones.
A España también le tocó la lotería con las cuantiosas ayudas anti-crisis de la UE. Y la actitud del Gobierno me recuerda a la de ese pueblo soriano, con la diferencia de que el Ejecutivo ni siquiera deja el bar abierto por un rato. Todo lo contrario, se obstina en atrancar las puertas que dan acceso a los fondos. Los acaricia, los presupuesta, cubiletea con su contabilidad pero se resiste a repartirlos entre quienes los van a poner a trabajar. La mentalidad de nuevo rico es lo que menos necesitamos a la hora de gestionar unos recursos sin los cuales será imposible superar una crisis que ya ha dejado daños estructurales en nuestra economía.
Dicen que en 2022 se lo tomarán más en serio. Ya vamos con retraso.