
Mes tras mes el Gobierno celebra los datos inusualmente positivos, como los registrados el pasado octubre, que muestran los Servicios Públicos de Empleo y la Seguridad Social.
Es más, ya antes del verano, el Ejecutivo anunció que se había recuperado el nivel de afiliados propio de 2019 y fue posible incluso rebasar esa cota en septiembre. Ahora bien, existen otros indicadores capaces de poner en evidencia la precipitación de quienes dan por terminada la crisis en el mercado de trabajo español. Especialmente llamativa es la evolución del cómputo total de horas trabajadas, hasta el punto de que llama incluso la atención del BCE, como su vicepresidente, Luis de Guindos, puso de manifiesto esta semana en la gala La Noche de la Economía de elEconomista. Es cierto que esa variable se situó en el tercer trimestre (el periodo más reciente disponible) un 5% por encima de los niveles de 2020, pero ese punto de comparación es muy bajo. No en vano España fue el año pasado el segundo país de la UE en el que más se redujeron las horas trabajadas. Pero todavía causa mayor preocupación el hecho de que aún no se ha recuperado el nivel pre-Covid, ya que el nivel actual es aún un 2,5% inferior al propio de 2019. Se demuestra así que, pese a la recuperación, son miles los trabajadores, por cuenta propia y ajena, que no han recuperado su actividad normal.
El cómputo de horas trabajadas revelan que la actividad de miles de autónomos y asalariados no se ha normalizado
A ello debe sumarse también el anómalo comportamiento de la productividad por hora trabajada, que en los últimos datos de Contabilidad Nacional vuelve a descender, mientras aún hay casi 280.000 personas aún sujetas a Ertes cuyas expectativas de volver a su empleo son ínfimas. Datos así muestran cómo los daños que la crisis provocó en el empleo siguen vigentes.