Opinión

Asignación de activos y horizonte de inversión; la nueva quimera

El inversor no debe reajustar su perfil de riesgo

España ha celebrado recientemente un hito muy relevante a la par que inquietante: superar por primera vez en nuestra historia el billón de euros en depósitos bancarios.

El último informe de Inverco así lo confirmaba. Más concretamente, del total del ahorro financiero, un 41% se encuentra en este tipo de productos. La pandemia disparó en toda Europa las tasas de ahorro: en apenas un año, los depósitos bancarios de familias y empresas pasaron del 110% con respecto al PIB -nivel en el que llevaba estancado una década- a rozar el 130%.

La situación de España es muy particular, si ajustamos el volumen en depósitos bancarios al tamaño de la población o a nuestro PIB per cápita. Para bien o para mal, la asignación de activos de los españoles es diferente a la de los países de nuestro entorno. Por el lado conservador de las carteras, nuestra inversión en depósitos siempre ha sido muy elevada, por no decir desproporcionada. Los expertos siempre han apuntado a la escasa cultura financiera y la enorme bancarización de nuestro sistema financiero como principales responsables.

Por el lado de la renta variable, nuestra inversión también suele ser inferior a la media de Europa y otros países de la OCDE. En condiciones normales de mercado, que un alemán tenga un poco más de exposición a renta variable y menos peso en depósitos bancarios que un español podía quedar en el terreno de lo anecdótico. Ahora bien, en el actual contexto de tipos cero, este hecho genera un problema de magnitud considerable que para un español no hace sino acrecentarse.

Un reciente artículo del Wall Street Journal recogía tres carteras de inversión cuya rentabilidad esperada era de un 7,5% de rentabilidad, con su correspondiente asignación de activos y en tres periodos de tiempo distintos: 1995, 2005 y 2015. En 1995, una cartera compuesta al 100% por bonos generaba dicha rentabilidad, con apenas un 6% de volatilidad. Ya en 2005, tras pasar apenas 10 años, era necesario reducir hasta el 52% la exposición a bonos, incorporando renta variable, inmobiliario y capital riesgo, subiendo la volatilidad al 8,9%. En 2015 el problema se había agravado, teniendo apenas un 12% de exposición y con una volatilidad casi tres veces superior que la cartera de 1995. Si hiciéramos el ejercicio este 2021, la cifra en bonos sería inferior al 5%.

Culpable de esta situación probablemente sean las políticas monetarias heterodoxas emprendidas por los bancos centrales esta última década. La actual combinación de falta de rentabilidad en los mercados de renta fija y una asignación de activos muy conservadora en España nos conduce a una quimera de difícil, sino imposible solución. Algunos inversores están incrementando su exposición a renta variable, desde nuestro punto de vista erróneamente. 

Cuando el horizonte de inversión de un individuo, así como su tolerancia a la volatilidad a corto plazo sugiere una cartera conservadora, todo lo que implique no respetar sus preferencias traerá malos resultados para su cartera y más importante aún, su tranquilidad. Reajustar los perfiles de riesgo de los inversores por una mejor rentabilidad en renta fija y no por un mayor conocimiento financiero o un cambio en sus planes vitales está siendo cada vez más habitual, pero no por ello menos peligroso.

Al contrario, cuanto mayor sea la inversión en renta variable de perfiles conservadores, peor será el ajuste tan pronto vuelva la volatilidad a los mercados. Volatilidad que, por cierto, está nuevamente en niveles históricos significativamente bajos, incluso con la pandemia global provocada por el SARS-CoV-2 aún muy reciente.

Ante esta nueva quimera, el inversor inteligente sólo tiene una decisión sensata ante sí: ser más flexible al invertir en cada clase de activo, pero bajo ningún concepto reajustar su (perfil de riesgo) asset allocation.

Si antes de la llegada de los tipos cero, su exposición a Bolsa nunca había sido superior a un nivel determinado, la nueva normalidad monetaria no debe cambiar un ápice eso. La soluciones ganar flexibilidad dentro de cada categoría de activo.

Los corsés del universo de inversión dificultan enormemente la labor de los gestores en un mundo donde generar alfa está siendo cada vez más complicado. Encontrar estrategias acordes a nuestro perfil de riesgo, no sobrepasar límites de inversión en renta variable y seguir durmiendo tranquilo debe ser la hoja de ruta para los inversores españoles en este contexto. 

Todo lo demás, añadirá como hemos explicado volatilidad a sus carteras para las que no están preparados y muy probablemente, les lleve a tomar malas decisiones cuando los mercados caigan a futuro. Nos les quepa duda que siempre caen. Lo importante es saber tolerar esos vaivenes, estar en los activos adecuados, coinvertir con gestores experimentados y con buenas rentabilidades históricas y no tomar decisiones a la ligera sino ir de la mano de asesores financieros. Si son independientes, mejor. 

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