Desde el pasado mes de agosto, el precio de la electricidad en España bate cada día registros históricos, situándose en los niveles más elevados que hemos vivido nunca en este país e incluso posicionándose como la energía más cara de la Unión Europea. Hemos experimentado un incremento de los precios basados no en cuánta electricidad usamos, sino en cuándo la usamos, y esto no ha pasado desapercibido por nadie.
Son distintas las razones que han impulsado este aumento de precio desorbitado durante el último año. Uno de los motivos más señalados, como también lo es la subida de precio del gas, es el encarecimiento de los permisos de emisión de CO2, algo que incide de forma directa en los costes de producción de energía eléctrica a través de combustibles fósiles y que revela, una vez más, la necesidad de que nuestra sociedad comience a tener en cuenta alternativas sostenibles y renovables. Sin perder de vista que el objetivo fundamental de una energía renovable es cuidar de la salud ambiental de nuestro planeta, la subida de los precios de la energía ha puesto en evidencia que las renovables son una alternativa real que además nos va a permitir reducir el coste de nuestras facturas.
Todo esto ha conseguido algo muy importante: el consumidor ya no vive ajeno al mercado, ha dejado de consumir electricidad, y es consciente de que lo que realmente consume es gas, nuclear, carbón, fotovoltaica o eólica.
Actualmente, el sector energético está viviendo una transformación que ya hemos visto en otros mercados. Los consumidores se están empoderando para decidir qué quieren consumir, siendo proactivos y no reactivos, marcando sus propias reglas. En el entretenimiento por ejemplo, años atrás la sociedad consumía "lo que daban", y eran las personas que adaptaban sus horarios a la oferta. Ahora, plataformas como Netflix o Amazon Prime ceden el poder al espectador, que elige cuándo y cómo quiere consumir este entretenimiento, además de qué tipo de entretenimiento quiere consumir. Otro caso similar sucedió en las tarifas de telefonía y datos. Y este mismo patrón se repite en muchos otros mercados. El consumidor ya no es un ente reactivo a la merced de la oferta y el mercado. El consumidor tiene información, quiere decidir y quiere controlar el qué, el cómo y el por qué. Y este cambio, sin duda, es una buenísima noticia para el medioambiente.
Efectos inmediatos de este cambio de tendencia se ven en el aumento de la demanda de autoconsumo fotovoltaico en España y que además viene acompañada de importantes impulsos como los Fondos Next Generation para su desarrollo. Pero, siendo España uno de los países con mejor recurso solar de todo el continente, ¿no deberíamos aspirar a ser el epicentro de producción de este tipo de energía? Sin embargo, actualmente países como Alemania u Holanda nos superan en número de instalaciones fotovoltaicas. Es importante que todos, particulares y empresas, comencemos a contemplar estas alternativas energéticas como algo real e invirtamos en ellas, porque a medio y largo plazo va a ser rentable para nosotros y para nuestro planeta.
Estamos en un momento en el que es difícil centrar nuestra atención en lo que realmente importa, y es fundamental que hagamos un esfuerzo para comprenderlo e interiorizarlo: es imprescindible que se reduzcan las emisiones de CO2 y la única forma de conseguirlo es a través de una transición energética que posicione las energías renovables como fuente principal de abastecimiento de la población y de sus empresas.