
Alemania celebró ayer sus elecciones federales más atípicas en 16 años debido a la ausencia como candidata de la aún canciller Angela Merkel.
Con todo, el resultado de los comicios ha cumplido con las expectativas de una subida de los socialistas de Olaf Scholz muy fuerte pero incapaz de imponerse de forma clara sobre la CDU.
De hecho, el empate técnico entre ambos partidos, con muy ligera ventaja de Scholz, aboca a una etapa de negociaciones para formar Gobierno tan difícil como prolongada, ya que la Constitución no marca límites para ese proceso. Es más, pese a que los democratacristianos ya se resienten de la ausencia de Merkel (nunca antes obtuvieron unos resultados tan bajos), la muy ajustada ventaja de los socialistas legitima la aspiración de la CDU de gobernar.
La posibilidad de otra gran coalición entre las dos formaciones queda descartada por ambas, lo que allana el camino a otras combinaciones cuyo denominador común es el papel clave que corresponde en ellas a los liberales del FDP.
Su decisivo rol como partido bisagra puede incluso brindarles el acceso a una cartera de tanto peso como es la propia del Ministerio de Finanzas, lo que tendría importantes consecuencias para el resto de la eurozona. Debe recordarse que el FDP hizo bandera, durante toda la campaña electoral, de su plan para que las reglas de estabilidad de la Unión Monetaria vuelvan a imponerse. Ese escenario supondría dificultades para países como Italia y, sobre todo, España. No en vano aboga por el regreso a los límites del 3% en el déficit público y del 60% del PIB, así como por un endurecimiento de la política monetaria para poner freno a la subida acelerada de los precios al consumo.
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