
Uno de los mayores contratos militares de la década ha sido cancelado. Las recriminaciones se multiplican. Los embajadores son llamados a filas y el Gobierno galo arremete con acusaciones de "traición" y habla de "puñaladas por la espalda". La disputa entre Francia y Australia por la anulación de un contrato de submarinos y la creación de AUKUS, una alianza a tres bandas con Estados Unidos y Reino Unido, puede ser ante todo una crisis geopolítica. Pero también es un problema para la industria de defensa francesa, y una oportunidad para sus rivales británicos.
Francia es un gran exportador de armas, el tercero del mundo después de EEUU y Rusia. Y sin embargo, el contrato cancelado evidencia que sus fabricantes son caros e ineficientes. Y lo que es peor, se ha colocado en un aprieto estratégico, decidida a construir un ejército europeo, pero con muy pocos indicios de que vaya a producirse. Es difícil imaginar que Australia, o cualquier otro país, quiera alguna vez depender de Europa para la asistencia militar. En realidad, los equipos de defensa de fabricación francesa parecen de repente mucho menos atractivos, y los sistemas de fabricación británica mucho más. Por supuesto, nunca es agradable dar una patada a un aliado cuando está en el suelo, pero ahí hay un espacio que debería ser explotado sin miramientos para competir en esta industria.
En primer lugar, quedó clara la ineficacia francesa en este conflicto. El pedido de submarinos sufrió constantes retrasos, problemas de diseño y sobrecostes. Los contratistas militares de todo el mundo son conocidos por sus costes exagerados, sus retrasos y sus grandes extravagancias. Y sin embargo, la industria francesa, controlada por el Estado y dominada por el Gobierno, parece estar entre los mayores incumplidores. Es comprensible que los australianos se hayan exasperado con el contrato. Otros países del mundo seguramente tomarán nota..
Además, el país está inmerso en un lío estratégico. El presidente Macron ha dedicado mucha energía política a la "autonomía" de la Unión Europea, impulsando constantemente la creación de un ejército europeo, restando importancia a la OTAN y argumentando que Europa necesita tener sus propias capacidades de defensa. El problema es que es completamente delirante. Los franceses tienen un ejército importante, y Polonia siempre está dispuesta a participar en una acción conjunta, pero eso es todo. La UE habla sin cesar de defensa común -la presidenta de la Comisión, Ursuala von der Leyen, volvió a hacerlo este mes-, pero no hace nada para llevarla a cabo. Ya sea en Afganistán, Crimea o Siria, la UE no puede ni quiere usar la fuerza. Incluso algunos de sus propios Estados miembros, como Estonia o Letonia, amenazados por una Rusia hostil, apenas confían en que acuda en su ayuda en una crisis. Es difícil imaginar que alguien en el resto del mundo quiera confiar en la UE para obtener apoyo militar o estratégico. En realidad, tiene más sentido comprar productos estadounidenses (o británicos).
Todo esto es un problema de Francia, pero también una oportunidad para otros países. Nuestros fabricantes de defensa ya están en la cola de algunos pedidos importantes del programa de submarinos británico-estadounidense-australiano. Rolls Royce y BAe deberían obtener una parte del acuerdo, y es posible que en los próximos años haya más trabajo en dirección a Reino Unido. Los submarinos son caros de construir y aún más caros de mantener. Pero esto podría ser sólo el comienzo. Aliado de Estados Unidos, y liberado de los desastrosos y desorganizados intentos de la UE de crear su propio ejército, e Reino Unido se perfila como un socio fiable para cualquier país que necesite reequipar sus fuerzas armadas.