
Las expectativas eran altas ante la reunión que el BCE celebró ayer pero, finalmente, los mensajes de la institución apenas provocaron reacciones en las bolsas.
Sin duda, la presidenta Christine Lagarde habló claro cuando dijo que los tipos de interés se mantendrán en sus mínimos actuales de forma "duradera" e incluso podrían descender más. Lagarde se reafirmó también en su compromiso de que las compras masivas de deuda se prolongarán hasta marzo de 2022. Con todo, ambas afirmaciones eran completamente previsibles, después de que hace tan solo dos semanas Fráncfort anunciara que flexibiliza sus objetivos de inflación, con una nueva meta situada en el 2% a medio plazo, para la que se tolerarán desviaciones puntuales al alza como las que la eurozona muestra desde hace meses. Tras esta revisión, se antoja coherente la contundencia al descartar ahora tanto las subidas de tipos como los recortes en su programa de estímulos monetarios. Sin embargo, resulta inevitable que los inversores echen de menos alguna pista sobre qué medidas podría tomar Lagarde a partir de este otoño. Es entonces cuando se abre el periodo crítico, en el que se demostrará si la subida de la inflación a escala global es un fenómeno pasajero, o será más persistente a largo plazo de lo previsto. Ya se prevé que la Fed de EEUU reaccione con una reducción de sus estímulos.
El mensaje sobre la permanencia de los tipos en mínimos y de los estímulos era previsible tras revisar su meta de inflación
En cuanto al eurobanco, resulta poco creíble que pueda quedarse inmóvil en esa situación, máxime tras el previsible reforzamiento de las posiciones más estrictas del Bundesbank en el Consejo de Gobierno del BCE tras las próximas elecciones alemanas. La institución deja así muchas incógnitas por aclarar ante lo que puede ser un otoño conflictivo para los mercados.