
El sector turístico español comenzó la temporada de vacaciones con un volumen de reservas que, pese a un mes de julio a medio gas, permitían confiar en una mejoría en agosto e incluso un otoño histórico.
Sin embargo, la epidemia del Covid vuelve a demostrar que es imprevisible y precipita los acontecimientos de un modo que pone en riesgo también esas expectativas. La expansión de la variante delta del coronavirus ya retrasó el regreso de los visitantes extranjeros y ahora también amenaza el turismo nacional, la gran esperanza para salvar el verano. Es cierto que Sanidad se abstuvo en el Consejo Interterritorial de abogar por el regreso de las restricciones. El Ministerio quiere así evitar otro revés judicial como el sufrido hace un mes cuando intentó imponer limitaciones a escala nacional sin el respaldo del estado de alarma. Sin embargo, las autonomías ya barajan la recuperación de medidas de tanto impacto como los toques de queda, la clausura del ocio nocturno o incluso los cierres perimetrales. En estas circunstancias, resulta lógico que el sector turístico vuelva a sentirse en peligro y se movilice para reclamar ayudas al Gobierno, como reducciones fiscales o ampliar las moratorias hipotecarias.
La epidemia es aún imprevisible y ensombrece las expectativas para agosto e incluso para la temporada de otoño
Pese a la financiación recibida desde el inicio de la pandemia, lo cierto es que esta actividad sigue desamparada en cuanto a la recepción de transferencias directas (las primeras no se liberarán hasta después del verano) y ensombrecida por la perspectiva de que su normalización se retrase un año más, hasta 2023. La amenaza que afronta el turismo tiene efectos en todo la economía española capaces de confirmar los temores de expertos e instituciones sobre la pérdida de vigor de la recuperación a partir de 2022.