Opinión

¿Cambiarán las políticas monetarias por la inflación?

  • La expectativa de alza de precio ya se refleja en los bonos
  • Tenemos por delante un futuro alentador para los mercados

A pesar de todos los problemas que ha planteado y sigue planteando la pandemia del Covid-19, los mercados de activos de riesgo han experimentado un comportamiento excepcional desde el fatídico mes de marzo de 2020. Por poner algunos ejemplos, el MSCI World se ha anotado un 88% en todo este periodo, seguido del S&P 500 con un 89%, y del Stoxx 600, con un alza del 64%. En el caso del Ibex 35, ha recuperado un 48% desde entonces. Los estímulos económicos, las campañas masivas de vacunación y la progresiva reapertura y normalización de las economías de todo el mundo han terminado de empujar al alza a la renta variable a nivel mundial.

Los resultados empresariales y los datos macroeconómicos de las últimas semanas han sorprendido positivamente, pero los mercados no han cotizado todas esas buenas noticias, ante el temor latente a que se produzca un repunte de la inflación de forma permanente, lo que rompería ese escenario ya descontado por los mercados. La realidad es que, en los últimos tiempos, nos estamos acostumbrando a ver cómo las bolsas reaccionan al alza cuando los datos son peores de lo esperado o se produce alguna sorpresa negativa.

Los fortísimos planes de estímulos de los gobiernos y de los bancos centrales están detrás del buen comportamiento de los mercados, jamás han existido unos planes de gasto público tan altos y sincronizados a nivel mundial como ahora. Desde el inicio de la pandemia, el Banco Central Europeo (BCE), con su mastodóntico plan de estímulos de 1,85 billones de euros, no ha parado de aumentar su balance, alcanzando los 7,6 billones, el equivalente al 80% del producto interior bruto (PIB) de la eurozona, igualmente la Fed está comprando 1.200 millones de dólares mensuales en bonos.

Los nuevos temores a la inflación pueden provocar una corrección en el mercado de la renta variable, en un escenario donde los Bancos Centrales se verían obligados a recortar los estímulos antes de lo previsto, de hecho, las autoridades monetarias de Reino Unido, Canadá y Australia ya han reducido sus programas de compra de bonos. No obstante, el BCE y la Fed mantienen que la subida de la inflación será transitoria y que mantendrán los estímulos por un largo período de tiempo.

Con este telón de fondo, la expectativa de subida de inflación ya se refleja en los bonos a largo plazo, que en el caso de EEUU, podrían empezar a hacer la competencia a los activos de riesgo. Es importante tener en cuenta que las valoraciones son muy exigentes desde el punto de vista histórico y descuentan ya el mejor de los escenarios. La relación entre cotizaciones y beneficios (PER) están muy por encima de su media histórica, algo que se repite en el EV/Ebitda, mientras que la rentabilidad por dividendos, aunque puede mejorar en la medida que las empresas consideren que no hay que preservar tanto la liquidez como durante la pandemia, es todavía muy baja.

A nivel macroeconómico, las perspectivas también son halagüeñas, con una expectativa de fuerte recuperación de las economías en 2021 y 2022, después de la caída de 2020, sobre todo en Asia y Estados Unidos. El FMI cifra sus previsiones de crecimiento para la economía mundial en el 6% para este año y en el 4,3% en 2022, lo que supone el mayor ritmo de expansión tras una recesión en los últimos 80 años. Un crecimiento apoyado en el aumento del consumo, la recuperación del empleo y el gasto del ahorro acumulado durante la pandemia, que ya pronostican algunos indicadores adelantados como el de la confianza del consumidor y de los empresarios, que se han recuperado de forma importante en las últimas semanas, registrando en muchos casos máximos históricos. Así lo muestran también los PMI que, con una lectura consolidada por encima de 50, ponen de manifiesto que los empresarios están dispuestos a invertir y contratar.

Tenemos por delante un futuro alentador para los mercados, con la lupa puesta en la evolución de la inflación, que se sitúa como la principal amenaza, y a la reacción que puedan ofrecer los bancos centrales, que se han convertido en los verdaderos catalizadores de los mercados en los últimos años y tipos bajo mínimos sine die.

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