Opinión

Enseñanzas, decepciones y esperanzas tras más de un año de la Covid-19

¿Qué lecciones hemos aprendido tras más de un año de pandemia?

Ya ha pasado más de un año que se detectó en España el primer caso diagnosticado por el virus SarS-CoV-2. Ha sido un largo periodo en el que hemos aprendido, como sociedad y como individuos, muchas cosas:

Los políticos de todos los países tienden a menospreciar los problemas de salud de los otros países lejanos y cercanos. Europa y América hicieron oídos sordos a las advertencias sobre la gravedad del virus que estalló en Wuhan (y que se negó por el gobierno chino inicialmente). La lógica de movilidad global del siglo XXI pre Covid-19 indicaba que solo era cuestión de tiempo que llegasen casos, y la alta infectividad del virus hizo el resto. Cuando llegó a Italia, tampoco se tomaron medidas en aeropuertos, puertos y carreteras. El desconocimiento y la falta de experiencia tampoco ayudaron. 

La buena gestión de una pandemia pasa por la restricción de algunos de los derechos de los individuos por el bien de la comunidad. Los países aplaudidos por su gestión del problema como Nueva Zelanda, Australia o China han tratado con mano de hierro cualquier mínimo indicio de nuevos casos. La experiencia en Extremo Oriente en 2003, con el SARS, que dejó casi 1000 muertes, les hizo ser expeditivos. 

Hay que encontrar un punto medio entre la economía y la salud para sobrevivir, y no condenar a morir de hambre a los ciudadanos. El café para todos no sirve: hay que ser agresivos donde hay casos, y tolerantes donde no los hay para que la vida siga. Esta flexibilidad está en manos de países pequeños o con sanidades descentralizadas, como Alemania o Gran Bretaña, y al final también en España.

La Ciencia y la Sanidad son hoy sectores de moda: Siguen infradotados de recursos en España, en la que los verdaderos héroes son las y los sanitarios, que han paliado el déficit en infraestructuras con dedicación y sacrificio. También las y los investigadores, capaces de conseguir vacunas en meses.

Los procesos administrativos en España deben ser digitalizados: parones en prestaciones, problemas informáticos de todo tipo, falta de adaptación... Una reforma de toda la Administración es imperativa. Este cambio ya lo han hecho las empresas, convirtiendo el teletrabajo en algo rutinario, cuando parecía imposible por el lado del empleador.    

La telemedicina y la telemonitorización de pacientes a distancia son indispensables. Aunque en España, según un estudio de ESADE y BCN Health Hub, el 85% del uso que se haga desde la administración sólo emplee el teléfono, es mejor que nada. Sin embargo, la atención no presencial debe ir más allá: triaje online mediante inteligencia artificial (como en Reino Unido) para compensar el déficit en recursos presenciales, telemedicina y telesanidad, para evitar tiempos perdidos entre desplazamientos en controles a pacientes conocidas y conocidos, y monitorización domiciliaria. Estos temas requieren un cambio organizativo en la sanidad pública, que la sanidad privada está haciendo a pasos agigantados. No es solo tener un mayor presupuesto, es saber gastarlo inteligentemente.

Más allá de la política, habría que pensar en la salud de las personas. No contar con recursos existentes como la sanidad privada o la adopción de tecnología de forma decidida condena a la ciudadanía a no poder acceder a recursos de forma precoz y, por tanto, a una mayor tasa de morbilidad y mortalidad no debida a la Covid-19. 

Hay que repensar el nivel de sanitarización del Tercer Sector. Tenemos residencias de ancianos que deben estar mejor cuidadas, e integrar los cuidados sanitarios necesarios. La tecnología debería ser una aliada deseable para un control de su estado de salud, pero también debemos considerar a nuestros mayores como personas y a sus cuidadores profesionales como personal sanitario, con todo el impacto económico y social que representa.

La alimentación, la logística y la producción son los verdaderos sectores esenciales: la alimentación y la distribución han salvado la vida de mucha gente. Sus trabajadores son los otros héroes silenciosos, que en los momentos de más incertidumbre estuvieron allí. No obstante, también la tecnología lo ha hecho fácil: la compra online ha evitado imágenes del pasado como cartillas de racionamiento, almacenes de distribución centralizada, y estraperlo.

La dependencia española del turismo como industria debe ser repensada, y más tras un reset como el que está significando la pandemia. Tardaremos años en ver tantos turistas en nuestras playas o monumentos: seamos capaces de mejorar el perfil de los que nos visiten. 

También habría que potenciar a las industrias que en caso de emergencia de salud puedan ayudar: apoyar la tecnología sanitaria. No pueden volver a faltar respiradores, mascarillas o vacunas (que se fabrican por toda Europa, pero no en España). Traer fábricas de baterías de litio para automoción está bien, pero que alguien piense también en fomentar la fabricación de medicamentos, dispositivos de clase médica, material quirúrgico, esterilizadores…

De la Covid-19 se sale. Hemos dejado desgraciadamente miles de familiares en el camino, y en todo el mundo han muerto más de un millón de personas, pero ya hay vacunas. Si cumplimos con nuestra parte, parece que podemos librarnos. El objetivo es impulsar la campaña de vacunación aún más, antes que aparezcan mutaciones del virus que afecten, por ejemplo, a niños: cada nuevo caso es una amenaza. Todos queremos ver cómo será esa nueva normalidad tras la Covid-19, en la que habremos aprendido a ser solidarios, a no menospreciar a nadie y a ser precavidos para el futuro, y en la que todo el mundo respetará más la Ciencia y la Sanidad.

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