Un primer examen sobre la revisión a la baja que el Gobierno ha hecho de su previsión inicial de crecimiento de la economía para este año, pasando del 9,8 por ciento a sólo un 6,5 por ciento revela que se trata de una enmienda insuficiente, arrancada con fórceps, de escasas credibilidad y con mucha lagunas sobre escenario económico previsto a corto y medio plazo.
Una rebaja del crecimiento, nada menos que del 33 por ciento, que además ni comparten ni se creen el Banco de España, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o la propia Comisión Europea (CE) que es quien tiene que librar los dineros del Fondo Europeo de Reconstrucción. Organismos todos ellos que han revisado a la baja previsiones sobre España hasta el entorno del 5,6 por ciento y que nos desplazan a 2023 para iniciar la recuperación. Además de que el FMI nos acaba de anunciar que España será el país con mayor tasa de paro entre las economías avanzadas y que no recuperará los niveles de empleo previos a la pandemia hasta 2026.
Y mucho menos se creen ese milagro económico que nos promete la ministra Nadia Calviño para 2022, elevando al 7 por ciento el crecimiento para España, cifra sensiblemente superior al 5,3 por ciento que da el Banco de España, al 4,7 por ciento de la OCDE o al 5 por ciento del FMI. Guarismos que sitúan a España como la potencia europea con mayor diferencia con respecto a su PIB anterior a la pandemia el año próximo, mientras que Francia y Alemania se habrán situado ya en los niveles previos a la crisis sanitaria.
La revisión a la baja del PIB nacional obligará a subir impuestos y a aumentar la deuda
Añadido a su escasa credibilidad, este crecimiento con freno y marcha atrás que ahora nos vende el Gobierno vulnera también la más elemental ortodoxia presupuestaria dado que imposibilita cumplir la previsión de ingresos y de gastos y obligará a subir impuestos y a un mayor endeudamiento. Y eso sin contar con las dudas sobre la posibilidad, que ya es casi una certeza, de que los 27.000 millones presupuestados del citado Fondo de Reconstrucción no lleguen este año.
Especialmente relevante será el impacto de la rebaja en la previsión de crecimiento sobre las estimaciones presupuestarias de recaudación impositiva, especialmente en IVA y Sociedades, pero también y de forma significativa en las nuevas figuras impositivas como la tasas Google y Tobin, o los aumentos en la imposición sobre residuos, bebidas azucaradas, primas de seguro y el nuevo tipo marginal en el IRPF. Aumento este de la presión fiscal con el que el Gobierno aspiraba a recaudar 6.085 millones de euros, pero que con la rebaja del crecimiento se quedará muy cerca de los apenas 2.898 millones que estima ahora nuestra Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que aventura fuerte caídas de ingresos en la fiscalidad medioambiental y en las tasas tecnológica y sobre las transacciones financieras.
Como en tantas otras cosas, también en las previsiones macroeconómicas, alguien miente o alguien no dice la verdad, y a la vista está que en la balanza de aciertos y verdades todos los organismos citadas superan ampliamente a un gobierno que no se caracteriza precisamente por su gestión y sus aciertos sino por su propaganda.
Y como dicen que para muestra basta un botón, ahí está la acusación del presidente del Gobierno desde Angola sobre las cifras de contagios en la Comunidad de Madrid, sin prueba alguna, y que luego tuvo que rectificar a medias, cuando si alguien ha mentido con los muertos por el COVID, los contagios, las mascarillas, la compra de material sanitario o las vacunas ha sido precisamente Pedro Sánchez. ¡Merecemos un presidente que no nos mienta!