Opinión

La semana loca

Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos

Con el país sumido en una calamidad sanitaria y en una crisis económica (centenares de muertos diarios y millones de españoles en paro), hemos sabido que a lo que de verdad dedican su tiempo algunos sanchistas es a trastear, porque gestionar los verdaderos problemas de la gente es demasiado difícil. Para qué ocuparse solo de frenar la pandemia y mejorar la economía si podemos dedicarnos a la confabulación con un partido -Ciudadanos- al cual siempre han despreciado.

Moncloa, con su pandilla juvenil, se unió a Inés Arrimadas con la intención ya demostrada de sacar de los gobiernos regionales de Murcia y de Madrid al PP. Uno se pregunta, con Vicente Vallés, ¿a qué españoles intentaba atraer Arrimadas con la descalabrada operación murciana? Toni Roldán, exdirigente del partido, escribía esta semana en El País que Ciudadanos "podía seguir tratando de contentar a los votantes de un lado del tablero que probablemente ya no iban a volver a votarlo u optar por volver a presentarse como un partido de centro".

Ciudadanos nació en Cataluña para llenar un vacío político creado con el Gobierno tripartito presidido por Maragall, no había en el ámbito político catalán ningún partido no nacionalista, a excepción del PP, algo muy extraño. Había, entonces, un hueco por cubrir: los catalanes no nacionalistas que no querían votar al PP no tenían a quién votar hasta que llegó Ciudadanos.

Como ha escrito el profesor Francesc de Carreras, "en el Parlamento autonómico se empezó a hablar con naturalidad en catalán y castellano. Desde el nacionalismo, esta ruptura de la transversalidad catalanista fue vista como un gran peligro. Inmediatamente se los tachó de fachas y hasta de falangistas: a Albert Rivera se le llamó Primo de Rivera. Primero con lentitud y dificultades, después en rápido ascenso, de estos 3 diputados se pasó a 36 en 2017. Ciudadanos pasó a ser un gran partido en Cataluña, superando claramente a los socialistas".

En 2016 Rivera acordó un programa con el PSOE de Sánchez, pero no obtuvo los suficientes votos parlamentarios para formar Gobierno. En las siguientes elecciones sumando sus votos a los del PSOE hubieran podido formar Gobierno con el apoyo de una amplia mayoría, 180 escaños, y se dejó pasar la ocasión. Un tremendo error.

A los pocos meses, ya en las siguientes elecciones, los diputados de Ciudadanos pasaron de 57 a 10. Rivera dimitió tras el fracaso y le sucedió Inés Arrimadas.

Pero el fracaso actual de Murcia y de Madrid tiene un primer impulso que viene de Moncloa, posiblemente dentro de una estrategia que consistiría en apoyarse en Ciudadanos para arrinconar al PP y luego romper con Podemos y convocar elecciones.

Aunque, como ha señalado Javier Marías,

"Si quieren que se les vote en la próxima, lo mínimo es que expliquen de una vez qué pasó entre las penúltimas y las últimas elecciones, para que el causante de insomnios se convirtiese de pronto en el ángel susurrante del insomne. Sólo de Sánchez, porque al resto nos cuesta conciliar el sueño".

En fin, que Sánchez y sus palmeros se han lucido y ahora seguirán conchabados con todos los partidos anti Constitución y antiespañoles. Y si las encuestas aciertan, diremos adiós a un chisgarabís llamado Ignacio Aguado.

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