Opinión

¿Qué estímulos debe impulsar Joe Biden?

El presidente electo de EEUU Joe Biden

Con la impresionante victoria de los demócratas en las elecciones al Senado de Georgia, que les da el control de ambas cámaras del Congreso a partir del 20 de enero, la idea de expedir cheques de estímulo del consumo de 2.000 dólares para cada hogar seguramente volverá a estar en la agenda de EEUU. Sin embargo, aunque el alivio específico para los desempleados debería ser una prioridad incuestionable, no está claro que medidas así ayuden de hecho a sostener la recuperación económica.

Un posible escenario post-Covid podría basarse en una vigorosa recuperación impulsada por la demanda interna, en el que la gente no dude en salir a comer a restaurantes y darse otros placeres que se han perdido durante el último año. Muchos americanos tienen amplios fondos para sostener gastos extra. Las tasas de ahorro personal se dispararon tras el desembolso de cheques de 1.200 dólares por parte del Tesoro para la ciudadanos durante la primavera pasada.

Así que, cuando se acaben las restricciones, las compuertas de gasto se abrirán, impulsando la recuperación. La Reserva Federal ya ha prometido "ponerse de perfil", es decir, no tener en cuenta cualquier repunte puntual de la inflación resultante de esta euforia.

Pero no debemos descartar la posibilidad de un escenario alternativo en el que los consumidores, en cambio, muestren una continua contención, haciendo que persistan las altas tasas de ahorro del año pasado. Antes de la crisis de Covid-19, unos dos tercios de los hogares estadounidenses carecían de los ahorros necesarios para cubrir seis semanas de su sueldo neto, en caso de quedarse sin ese ingreso. La pandemia ha hecho a muchos temer que un escenario así pueda materializarse. Es precisamente el tipo de experiencia traumatizante que induce cambios fundamentales en el comportamiento.

Sabemos que vivir con una gran conmoción económica, especialmente en la edad adulta joven, puede tener un impacto duradero en las creencias de la gente, incluyendo las creencias sobre la posibilidad de futuras crisis. Esos cambios de perspectiva son coherentes con las investigaciones psicológicas que ya muestran cómo unos padres que no han podido llevar comida a casa durante la pandemia han sufrido una experiencia que marcará sus hábitos de consumo de por vida.

Además, las investigaciones neurológicas demuestran que el estrés económico, incluso el causado por grandes conmociones, aumenta los niveles de hormona esteroide anabólica en la sangre, lo que hace que las personas sean más reacias a correr riesgos. Los neurocientíficos también han documentado que el estrés traumático puede causar cambios sinápticos permanentes en el cerebro que moldean aún más las actitudes y el comportamiento, en este caso plausiblemente en la dirección de una mayor aversión al riesgo.

Aunque la pandemia es en cierto modo más parecida a un desastre natural que a una conmoción económica, los desastres naturales también pueden afectar a las pautas de ahorro: las tasas de ahorro tienden a ser más altas en los países con mayor incidencia de terremotos y huracanes.

La pandemia haya provocado que el consumidor tenga mayor aversión al riesgo

Esta respuesta conductual es mayor en los países en desarrollo, donde la endeblez de sus infraestructuras amplifica el impacto de tales desastres. En un estudio de Indonesia, por ejemplo, se constató un gran aumento tanto del riesgo percibido de un futuro desastre como del comportamiento de aversión al riesgo entre las personas que habían experimentado recientemente un terremoto o una inundación. Si bien la respuesta a los desastres naturales puede ser más moderada en las economías avanzadas -donde las personas esperan que su Gobierno ayude a superar la crisis-, es casi seguro que se mantendrán algunos efectos duraderos.

El resultado es que no podemos contar con una explosión del gasto de los consumidores estadounidenses para impulsar la recuperación una vez que se complete la campaña de vacunación. Y si el gasto privado sigue siendo moderado, será necesario el apoyo continuo del gasto público para sostener la recuperación.

Pero poner cheques de 2.000 dólares en las cuentas bancarias de la gente no resolverá este problema, porque el dinero no gastado no estimula la demanda. Con los tipos de interés ya cerca de cero, la disponibilidad de fondos adicionales ni siquiera estimulará la inversión. El envío de cheques de 2.000 dólares a todo el mundo sería el equivalente fiscal de hacer un esfuerzo inútil.

Afortunadamente, hay una alternativa: El plan de infraestructuras de dos billones de dólares del presidente electo Joe Biden significaría empleos y gastos adicionales, que es lo que la economía post-pandémica realmente necesita. Mejor aún, considerando los bajos tipos de interés actuales, esta opción estimularía la creación de empleos sin desplazar la inversión privada.

El plan de infraestructuras del presidente electo es una adecuada respuesta

Aunque el plan de Biden requerirá más préstamos del gobierno, el gasto en infraestructura, que tiene una tasa de retorno del 2%, aún será más rentable que el cupón de los bonos del Tesoro a 10 años, que apenas supera el 1%. Al aumentar la producción, este gasto reduce, en lugar de aumentar, la carga de las generaciones futuras. El FMI estima que, en las circunstancias actuales, una inversión en infraestructuras bien orientada se recupera por completo en sólo dos años.

Países como Nueva Zelanda han establecido comisiones independientes para diseñar y supervisar las iniciativas de gasto en infraestructura. Si el Covid-19 cambió todo, entonces tal vez pueda cambiar la forma en que EEUU organiza el gasto en infraestructura. La creación de una comisión independiente de control con poderes reales ayudaría mucho a tranquilizar a los escépticos y a asegurar la recuperación contra los riesgos de los efectos de comportamiento persistentes de la pandemia.

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