
El mercado laboral español vivió un fin de año dramático. Diciembre terminó con casi 37.000 personas más sin trabajo. Hay que remontarse a 2011 para encontrar un ejercicio en el que la campaña de Navidad se mostró incapaz de provocar un descenso en el número de parados.
Pero más preocupante aún es el balance del conjunto de 2020. El año del Covid quebró la bajada continuada que el paro mostró durante los últimos siete años, y sumó casi 725.000 personas a las listas de los Servicios Públicos de Empleo. Es indudable que el impacto de la crisis resulta demoledor en sectores enteros, como el turístico, donde ha sido imposible recuperar la actividad normal y la caída de los ingresos, sólo de enero a noviembre, asciende a 67.000 millones. No obstante, conviene recordar que la tendencia descendente del paro comenzó a ralentizarse ya en 2019, pese a que el PIB aún crecía. No es casual que, precisamente entonces, el primer Gobierno del presidente Sánchez iniciara su equivocada política de subidas muy rápidas del Salario Mínimo, que llevaron a esta remuneración a acumular un alza del 30% en apenas dos años. Tan vertiginoso incremento provocó, antes de la crisis, destrucción de empleo en las categorías de menor cualificación y alimentó el avance continuado que el coste laboral promedio mostró en 2019, e incluso en 2020. Esa situación amenaza con prolongarse en 2021, un ejercicio en el que la creación de empleo afronta una amenaza añadida.
Junto a la crisis, la subida de los costes laborales y el alza de impuestos en 2021 elevarán el daño que sufre el mercado laboral
El Gobierno opta por la temeraria estrategia de subir impuestos en medio de una crisis aún lejos de su final. El daño de las alzas tributarias al consumo y la inversión dañará aún más la ya diezmada capacidad de crear empleo del mercado laboral español.