
Las más recientes estadísticas sobre el mercado laboral español, la EPA del tercer trimestre y los datos de afiliación y paro del mes pasado, muestran una evolución preocupante. Aunque en ambas estadísticas se registran avances de la creación de puestos de trabajo, en ninguno de los casos bastan para compensar la destrucción de empleos sufrida antes del verano.
Además, las mejoras deben mucho a factores temporales, como la contratación (más nutrida de lo habitual) de profesores en el inicio del presente curso. Con todo, especialmente inquietante resulta otro dato, referido a la evolución de los Ertes. El número de expedientes de este tipo presentados era ínfimo desde los comienzos del pasado verano y, además, el número de trabajadores afectados por ellos no dejaba de descender. Sin embargo, en el mes pasado, se reactivaron las solicitudes de Ertes (más de 21.700 llegaron a los Servicios de Empleo). Hay indicios de que no se trata de un fenómeno pasajero. Casi la mitad de esos nuevos expedientes proceden de Cataluña, la autonomía que tomó la iniciativa de volver a imponer el cierre de la hostelería. Posteriormente, otros territorios han seguido sus pasos e incluso han impuesto las restricciones a todos los servicios que califican de "no esenciales". Por tanto, a medida que el cerrojazo económico se vaya extendiendo, la necesidad de recurrir a los Ertes volverá a generalizarse, aunque es posible que ya no sean suficientes y los despidos se presenten como inevitables. No hay pruebas científicas que respalden unas medidas tan drásticas a la hora de prevenir contagios.
El resurgir de las solicitudes de Ertes es un síntoma inequívoco del ahondamiento que la recesión está mostrando
Lo que sí está ya demostrado es su gran perjuicio a la economía. Todo apunta a que el cierre de 2020, especialmente en términos de empleo, será incluso más duro de lo previsto.