
Cuando después de la primera Guerra Mundial , el Imperio Otomano se desintegraba inexorablemente y sus despojos en Oriente Medio y el Mar Negro se independizaban o pasaban a formar parte de las potencias europeas vencedoras, Kemal Ataturk entendió que la situación a la que había llegado el país , era una consecuencia lógica del inmenso retraso, que en el marco cultural, tecnológico y social, existía en Turquía , comparado con al avance industrial y económico de Europa a lo largo de los dos siglos anteriores y es en esa línea en la que refunda una nueva Turquía, con un objetivo prioritario, modernizar el país e incorporarlo al contexto de desarrollo europeo…. pero bajo un modelo tutelado de gobierno "democráticamente personalista", con bajo perfil islamista; modelo que actualmente está en proceso de regresión por los tics autoritarios del presidente Erdogan, marcados, por un retorno a un islamismo nacionalista, y reivindicativo, contradictorio con la globalización y liberalización en que se sustenta el actual modelo económico, que ha caracterizado la economía turca, propiciando un elevado desarrollo y crecimiento del país en los últimos años.
Lamentablemente y en paralelo, en los últimos años, se estaba gestando la tormenta perfecta en su economía, que propiciada por una expansivo y descontrolado sector financiero, que cebado, por la fuerte inversión exterior, fundamentalmente del área euro, generó un enloquecido crecimiento del consumo y de la inversión, tanto por el sector inmobiliario privado, con más de un millón y medio de viviendas anuales financiadas ( en una gran mayoría en dólares y euros ), como una inversión pública gigantesca en infraestructuras, autopistas, puentes, ferrocarriles o el gigantesco aeropuerto de Estambul, que alcanzaron crecimientos anuales cercanos al 5% del PIB, con niveles de empleo desconocido en el país, pero que en contrapartida conllevaba un crónico déficit por cuenta corriente cercano al 6% que generaba un crecimiento enloquecedor del endeudamiento exterior superior al 25% anual, situación que solo actualmente se puede mantener aplicando la pirámide de Ponzi.
Y así ha sido porque, en paralelo, la incapacidad del mercado financiero local en TRLs (liras turcas), con un saldo negativo sistémico de la Balanza Comercial que supera el -4,13% del PIB, la economía dirigida por el yerno de Erdogan, seguía y sigue apostando por las continuas devaluaciones de la lira turca que solo en lo que va del año ha sido superior al 25% y desde el 2018 acumula un 87%, acabando con las escasa reservas del CBT (Banco Central de Turquía), ante unos mercados financieros prácticamente cerrados, por lo que no tendrá otra opción que acudir al FMI o a la condicionada financiación China, con las negativas implicaciones que tendría su tutela en las políticas futuras de Erdogan.
Chantajear de nuevo a una débil Unión Europea entra en los planes del presidente turco
En ese contexto se inscribe, como no podía ser menos, el creciente y lógico descontento de la población turca, que lleva ya más de media década de creciente empobrecimiento y también explicaría la desquiciante y errática política nacionalista e integrista de Erdogan, intentando por un lado desviar la atención de los ciudadanos de sus problemas económicos cotidianos, con unas políticas y actuaciones nacional-islamistas, que van desde la reislamización de Santa Sofía hasta las reindivicativas y amenazadoras actuaciones intervencionistas sobre antiguas áreas del desaparecido imperio Turcomano, como las islas griegas del Egeo o Chipre (países de la UE), o sus intervenciones militares en Libia y Siria y últimamente intentado rematar el genocidio del más de un millón de armenios en los años 20 del pasado siglo, apoyando militarmente a Azerbaiyán. Todo con objeto de compensar electoralmente, con el fervor patriótico que generan, la dramática realidad de su economía que ampliada con el impacto de la pandemia del COVID, está tensionando hasta el límite su política de amenazas, como ya sucedió con la crisis de los refugiados de 2015, que en su momento le proporciono más de 3.000 millones de la UE. Es decir, volver a chantajear financieramente de nuevo a una débil y desestructurada Unión Europea, forma parte de su peligroso pero rentable juego.