
Dentro de la baja industrialización que sufre España, la industria automovilística es una rara excepción y sin embargo el Estado y también los ayuntamientos machacan a los coches con impuestos y multas.
Carlos Cancela nos informa ahora que la Dirección General de Tráfico sacó en 2017 por tasas, multas y sanciones, 1.003.144.380 euros, lo que, unido al excedente de tesorería acumulado de años anteriores, posibilitó realizar una transferencia complementaria de 350 millones de euros al Ministerio de Hacienda. Pero la DGT se olvidó de mejorar la seguridad viaria y como consecuencia de ese olvido no se están reduciendo los índices de siniestralidad. Sin embargo, en su página web la DGT dice que su misión principal es la mejora de la seguridad de circulación viaria y su consiguiente reducción de los índices de siniestralidad, pero es falso, pues se sigue produciendo un número de víctimas en accidentes de tráfico inasumible.
¿Y quiénes son las víctimas del tráfico? La mayor parte motoristas, ciclistas y peatones. En el quinquenio 2014-2018 se produjeron, en vías urbanas e interurbanas, medio millón de accidentes con víctimas, de las que casi 8.000 fueron mortales.
¿Y dónde? La mayor parte en carreteras secundarias y dentro de las ciudades.
Sin embargo, las multas millonarias que impone la DGT se producen en las autovías y autopistas, donde el número de accidentes es mucho menor, pero es allí donde están los radares y otros controles para cazar a los que corren más de lo permitido. ¿Para qué? Para cobrar, no para evitar accidentes.
Pero el ataque contra el uso de los automóviles se ha revestido últimamente de ecología, pretendiendo parar el cambio climático. Sin entrar en la discusión que pueda tener la acción del hombre sobre ese fenómeno del cambio climático, que no es nuevo y se ha dado antes y después de la existencia humana, la cosa es más compleja que las simplezas que lanza el ecologismo ideológico. Que el CO2 contamina las ciudades no lo niega nadie, pero también tiene efectos positivos sobre árboles y plantas. Además, hay que tener en cuenta que España es responsable tan solo del 0,7% del CO2 mundial. Por otro lado, el CO2 representa el 15% de los gases de efecto invernadero, por eso cualquier acción a realizar por los españoles, sea o no en cumplimiento de convenios que obligan a España por su pertenencia a la UE, será realmente insignificante a nivel mundial. Por otro lado, los principales países del mundo emisores de CO2 (EE.UU., China, Rusia e India) no tienen ningún compromiso de reducción de CO2.
Los ataques al automóvil lastran a una industria clave para nuestro futuro económico
Como ha dicho Luis del Rivero en el Congreso de los Diputados, la producción futura de energía deberá ser un mix "basado en renovables (eólica, termosolar y fotovoltaica) y sus dos muletas (la hidráulica de centrales reversibles y la nuclear), completándose con energías minoritarias como la biomasa, o de aprovechamiento de los procesos como la cogeneración, sin olvidar las centrales de ciclo combinado de gas natural".
En cualquier caso, el ataque sistemático contra los automóviles sólo lleva a deteriorar una industria que, hoy por hoy, es imprescindible para nuestra supervivencia económica. Así que menos lobos contra los automóviles y un poco más de visión a largo plazo.