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Recetas para la reindustrialización de España y Europa

  • Existen razones para favorecer la implantación de políticas verticales

Después de esta crisis sanitaria que nos está poniendo a todos alerta, en cuanto a la percepción de lo mucho que vale nuestras vidas delante de un virus insignificante y nanométrico, pero que crea tanto dolor en forma de muertes y de descalabro económico y social.

A veces minusvaloramos lo que son los sistemas sanitarios, asistenciales o educativos … hasta que no los tenemos o los ponemos al máximo de presión. Nuestra vida ha sido, a veces, más superflua y menos intensa en cuento a estar con la familia o en valorar lo que tenemos (o teníamos) así como las expectativas sobre lo que queríamos y que podemos ser y hacer. No siempre hemos tenido interioriza los valores y criterios en nuestro primer plano. Como ya he comentado en alguna ocasión, es como un dolor de muelas que te acuerdas de ella cuando duele, pero te olvidas tan pronto como cuando te sedan en el dentista para extraerla. Espero que todos guardemos en la memoria los valores y principios que nos han llevado a ser una sociedad occidental y comprometida con las personas.

Dicho lo anterior, y hablando de las personas que justo ahora están en expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) o que han perdido su puesto de trabajo o que no encuentran uno, quería poner en valor una palabra que debería estar en boca de todos en estos momentos en el que se anuncian caídas "optimistas" del PIB del 9,2% para este año: Reindustrialización. Esta reindustrialización pasa por algunos factores clave como la Industria 4.0 y los ecosistemas de innovación.

Todo proceso de reindustrialización conlleva un cambio de mentalidad de las empresas, del actual, tradicional e individualizado, a uno mucho más moderno, colectivo y colaborativo. El incremento de la inversión en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), así como en gasto en tecnología requiere de mayor presupuesto y, por lo tanto, de compañías con mayor capacidad económica y productiva (para poder mantener esos gastos en el tiempo). Una de las preguntas clave es: si el 98% de las empresas son pymes y la gran mayoría son del sector servicios, ¿Cómo lo hacemos? ¿Tendrán margen de maniobra?. Uno de los retos más importantes es la necesidad de fusionarse y permitir entrar en la Industria 4.0. Claramente hay que ayudar a las estas empresas a adoptar la innovación tecnología y el cambio conceptual de tamaño.

El profesor Velarde me ayudó a comprender la historia de la industrialización en España aludiendo al siglo XIX como el periodo que tuvimos que recuperar lo perdido en el siglo anterior. En esa época ya teníamos tres retrasos claves: en el terreno científico; en el económico y sobre la acción política interna y, por último, en perder de vista la competencia en el mundo exterior. En el primer punto cabe decir ahora que tenemos un potencial científico y tecnológico capaz de competir con la Industria 4.0, siempre que las políticas públicas y privadas lo asuman. La segunda clave es consensuar un Plan Marshall a 15 años de reindustrialización con todos los actores involucrados y sin dejar a nadie fuera de él, ya que esa acción superará los mandatos políticos de cuatro años y no se puede ir haciendo y deshaciendo cuando alguien llega al poder. Por último, en el ámbito exterior ya a mediados del siglo XX eminentes economistas señalaron e impulsaron la apertura al exterior como camino de competitividad que cumpliera los tres ejes anteriores culminándose en Planes de Estabilización (1959), el acuerdo preferencial con el Mercado Común (1970), nuestro ingreso en la Europa Comunitaria (1985) e, incorporación a la Unión Monetaria Europea (1999). Ahora, hay que abrirse aún más a la globalización.

El sector industrial aumenta la competitividad, el nivel de inversión y la capacidad exportadora de nuestra economía generando un crecimiento mucho más equilibrado

De todas formas, España es más compleja, ya que tenemos una extensión rural muy grande (la España vaciada, como se le denomina) que hay que tener en cuenta. Por ello el tema de la localización es muy importante. También lo es la apuesta en industrias verticales u horizontales para permitir la competencia traccionando palancas claras de impulso a sectores claves. De ahí que la reindustralización debe contemplar el apoyo individual a los subsectores industriales existentes a la vez que hay que identificar clúster o sectores de futuro impulsando de manera trasversal los ejes más críticos que requieren las economías más industriales cuestionando abiertamente la neutralidad de la política económica.

La hipotética neutralidad sectorial de la política económica y una apuesta decidida por la reindustrialización presenta algunos problemas. Durante las últimas décadas, los gobiernos de los países desarrollados han adoptado políticas económicas horizontales (Capital humano especializado, infraestructuras, incentivos para inversión, etc.), evitando beneficiar determinados sectores frente a otros. Por el contrario, existen razones para favorecer la implantación de políticas verticales (Krugman y Obstfeld 1995) que permiten apoyos verticales para el fomento de las industrias con elevado valor añadido por trabajador, fomento de industrias con potencial de crecimiento futuro o respuesta a políticas verticales de otros países. También pueden ser más sofisticados como la potenciación de las industrias que generan tecnología, así como las que pueden favorecer a la economía en general o proteger industrias desde una perspectiva estratégica del comercio internacional. Claramente, a nivel económico pueden ser cuestionables desde la teoría puramente económica, pero en un contexto post crisis Covid-19, se podía considerar la formulación de políticas verticales de apoyo al desarrollo de la industria debido a:

Beneficios para otros sectores económicos. Con su efecto arrastre sobre el resto de los sectores, beneficiar al sector industrial tendría un efecto positivo sobre la economía general más allá del propio sector industrial. Esto es especialmente relevante en el caso del sector servicios.

Menor ciclicidad y exposición a las crisis financieras. Las economías donde el peso del sector industrial en el PIB es mayor (Alemania) presentan una mayor resistencia a las crisis económicas y estabilidad en el empleo.

Externalidades positivas del sector industrial. Dada la intensidad de actividad en I+D en el sector industrial y su impacto en la mejora de las exportaciones, el impulso del sector industrial genera impactos positivos en la competitividad general de la economía.

Fuerza traccionadora de la Industria 4.0 (IA, Big Data, Robótica Colaborativa, Manufactura aditiva (3D)…): Sólo podrá ser digital y sostenible por lo que deberá cumplir los niveles de productividad, innovación y eficiencia. La tecnología no se ha implantado lo rápida y eficiente que debería hacerlo.

Como he mencionado anteriormente, el sector industrial aumenta la competitividad, el nivel de inversión y la capacidad exportadora de nuestra economía generando un crecimiento mucho más equilibrado. Pero el peso global de la industria en nuestro país es muy inferior al de otros países de nuestro entorno de manera estructural. Además, su contribución en el PIB se ha venido reduciendo en los últimos años. Si en 2000 era del 18,7%, en 2018 ha descendido al 16%. En el caso de la manufacturera, la situación es más preocupante, ya que ha pasado del 16,2% al 12,6 % en el mismo periodo y su Valor Añadido Bruto (VAB) ha decrecido del 17,8 % en el año 2000 al 14% en 2018. Son datos estadísticos alarmantes de la desertización industrial que estamos teniendo y que, si no cambiamos de forma rápida y decidida nos abocará a un problema estructural serio.

Para empezar, habría que apostar decididamente por los sectores subsidiarios de las industrias de primera necesidad y que, de esa manera, sufrirán menos el impacto de la crisis acuciante. Este es el caso de la agroalimentación. La gente seguirá comprando en los supermercados. Lo fundamental es que España impulse las industrias como las de empaquetado y embotellado, en lugar que los envases procedan del extranjero. Así, reduciremos el coste del producto final y, por otro lado, no dependeremos tanto de factores externos en un momento en el que el comercio internacional se ha debilitado a niveles sin precedentes en el mundo globalizado.

Debemos reorientar nuestro modelo productivo hacia aquellas actividades de futuro con mayor crecimiento potencial que, a su vez, cuenten con mayor efecto arrastre, más intensivas en tecnología, con capacidad exportadora y que, en la medida de lo posible, estén más alineadas con las prioridades europeas: la transición energética hacia las energías renovables y la digitalización de nuestro tejido productivo, como palancas de competitividad del resto de actividades industriales. Todos ello, ya nos lo viene comentando la OCDE.

La pregunta clave… ¿Por qué no estamos logrando que la re-industrialización sea uno de los objetivos políticos, económicos y sociales más importantes para todos?

Ferran Amago, es director Ejecutivo Leitat Chile. Experto en Telecomunicaciones y su Regulación y Estandarización. Exdecano del COITT y COETTC.

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