
El dinero del superávit municipal no podrá ser empleado por el gobierno para sus gastos por el coronavirus. Pero la derrota parlamentaria ya está siendo positivizada por el aparato gubernamental para que se vuelva en contra de todos aquellos que creen haber ganado esta batalla de pequeños alcaldes contra Goliat, alcaldes entre los que no se cuenta el regidor de Vigo y presidente de la Federación de Municipios que hizo todo lo posible por obedecer a Hacienda poniendo a la institución al servicio del gobierno. Por una vez en esta legislatura, la mayoría parlamentaria más variopinta e insospechada tumba una disposición que perjudicaba objetivamente a los ciudadanos, contribuyentes con sus impuestos locales al remanente local que ahora se quería incautar.
Para convencer a la opinión pública de lo que no era la realidad de esta intentona recaudatoria, los vicepresidentes y ministros repitieron en cada comparecencia que la culpa era del gobierno anterior por haber aprobado una ley de estabilidad presupuestaria que obligaba a los ayuntamientos a tener ese superávit que ahora es fuente de la discordia. Es decir, tú obligas a guardar el queso y yo soy el ratón que se lo zampa culpándote a ti. Esta falsedad, que no pasa de ser una más en el mar de mentiras oficiales a las que estamos siendo sometidos, no ha calado y al final las intenciones acaparadoras se han visto frenadas. Pero coincide con otra de dimensiones parecidas que acaba de desarticularse desde Bruselas: la aprobación de los presupuestos generales para 2021 no es obligatoria para recibir las ayudas del fondo europeo aprobadas en julio. En sus últimas conferencias de prensa lo ha afirmado el presidente pero la Comisión europea desvincula el marco presupuestario de los planes de recuperación y "resiliencia", la nueva palabra-símbolo de la cursilería política reinante.
El reparto del dinero europeo, que no es tanto como se nos dice porque hay que descontar las contribuciones españolas al mismo fondo para otros países, amenaza con convertirse en una nueva muestra de arbitrariedad y burocratización extrema, cosas de las que España está sobrada. Estremece imaginar dónde irá el dinero tras escuchar los primeros avances de proyectos que serán necesarios para recibir el maná comunitario. Hace unas semanas el presidente cántabro Miguel Ángel Revilla decía en televisión que ellos estaban pensando presentar la rehabilitación de un edificio de su región, y esta misma semana el propio Pedro Sánchez puso como ejemplo de proyectos las obras para dotar de ascensor a edificios en cuyas plantas superiores viven personas con movilidad reducida. Todas ellas ideas loables y dignas de recibir ayuda pública, sin lugar a dudas. Pero el problema no es ese. El enfoque que estamos viendo para la distribución de los millones de euros que nos entregará la UE recuerda tristemente al plan E de Zapatero. En octubre las comunidades deben haber remitido al gobierno los proyectos para los que piden financiación, dentro de los dos apartados que se han creado para el reparto del dinero: planes de transición digital y de transición ecológica. ¿Algún plan para ayudas directas a autónomos, pymes o familias?. Ni uno. Lo más recomendable, dado que hablamos de un dinero para la reconstrucción de las economías destruidas por el parón obligado por el virus, sería que ese dinero fuera empleado en detraer cuotas, impuestos, cotizaciones y cargas administrativas a quienes realmente son el motor de la economía.
Pero se está hablando en cambio de financiar proyectos, imaginamos de qué calado, que serán adjudicados con el criterio que marque Iván Redondo desde Moncloa
Tampoco era de gran ayuda la creación de un nuevo organismo, como propuso el PP, para garantizar el reparto. Su idea, por supuesto, ha sido desestimada. Y mientras tanto se empiezan a escuchar los trinos de pájaros que auguran los recortes que sin lugar a dudas España tendrá que acometer en los próximos seis meses para poder sostener las cuentas públicas. Serán tijeretazos en toda regla que van a dejar asombrados a los votantes de PSOE y Podemos, que no tienen ya Rajoy alguno a mano para culparle de aplicar los recortes antisociales que están por venir.