Opinión

La educación será digital o no será

Cambios pendientes en la enseñanza educativa

Hace unas semanas participaba en una mesa redonda con varios expertos en educación en la que se abordaba la transformación digital en este sector y el efecto que había tenido en él el confinamiento provocado por la epidemia de COVID-19. La realidad mostrada por los participantes fue que los colegios que habían iniciado ya antes de la pandemia su transformación pudieron hacer frente de forma razonablemente eficaz a la obligación de enseñar a distancia, mientras que para la gran mayoría, que aún no habían alcanzado esa fase, fue un periodo bastante complicado y casi es un enigma lo que va a pasar en septiembre cuando empiece el nuevo curso.

Lo cierto es que ningún sector económico estaba preparado para afrontar una situación similar de la noche a la mañana y, concretamente, el de la educación se ha visto sometido a un auténtico estrés, en algunos casos con alumnos que ni siquiera disponían de dispositivos electrónicos para poder seguir a sus profesores a distancia. Pero si alguna lección hemos aprendido del colapso provocado por la pandemia es que el sistema educativo está obligado a transformarse, y en ello coinciden la gran mayoría de expertos, porque si no lo hace y sucumbe al miedo al cambio tendrá consecuencias en toda la sociedad y, por efecto dominó, esto supondrá una pérdida de competitividad como país. Un país en el que vivimos la paradoja de tener cerca de cuatro millones de parados, pero en el que miles de puestos de trabajo se quedan sin cubrir por falta de perfiles científicos y tecnológicos, también conocidos como STEAM, unos 500.000 en toda la UE este año, según cálculos de la Comisión Europea.

Para subsanar esta discordancia entre las necesidades de la empresa y los perfiles laborales disponibles, la educación juega un papel fundamental. Por ello, es esencial que todos los implicados en la definición y desarrollo del sistema educativo se conciencien de que este debe entrar en un proceso de transformación constante para lograr que los alumnos logren una formación acorde con los nuevos empleos que la lógica evolución de la sociedad y de las empresas, en respuesta a ella, vayan generando. Es básico que la escuela, aplicando este término al sistema educativo en general, no sea una isla, sino que vaya evolucionando a la par de la sociedad, que se tomen medidas y que desde las etapas más tempranas de la educación se prepare a las personas para poder desarrollar sus capacidades e incorporarse al mundo laboral.

Desde luego, ponerlo en marcha no es fácil. Requiere de la implicación de todos los actores de la sociedad, desde las distintas administraciones hasta las empresas, pasando por las propias familias, los colegios o las universidades, entre otros. El entorno familiar es imprescindible para educar en valores, pero también para orientar y no frustrar las vocaciones de los hijos, algo que en muchas ocasiones sucede por falta de información.

Juntos debemos elaborar un plan integral para evitar la polarización de la brecha digital, que pasa, entre otras cosas, por abordar la formación continua del profesorado, pues actualmente la evolución de la tecnología hace que las habilidades y competencias que tenemos hoy queden obsoletos en poco tiempo, lo que nos obliga a estar en permanente transformación. Debemos trabajar de forma coordinada y aportar cada uno nuestros conocimientos y experiencia con el único propósito de buscar el bien de las generaciones que se incorporan al sistema educativo. Si no se hace nada, perderá la sociedad, porque la brecha digital conlleva pobreza, mientras que, por el contrario, la transformación digital potencia la igualdad de oportunidades. Ese cambio tecnológico es, por tanto, el reto más importante al que se enfrenta el sistema educativo ante el nuevo curso que acaba de empezar. La actitud con que se afronte y la respuesta que se le dé afectará, a medio y largo plazo, a la competitividad del país.

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