El presidente del PP, Pablo Casado, parece haber recogido el guante que hace unos días lanzó el eurodiputado de Ciudadanos, Luis Garicano, de aceptar una prórroga de seis meses para trabajar en el acuerdo sobre la Reconstrucción de España. ¡Medio año sin crispar al personal!
Su primer gesto fue afirmar que el partido conservador tiene que ser moderado y centrado para obligar al PSOE a centrarse y pactar "aquí quien crispa es Pedro Sánchez". El segundo gesto fue votar a favor del Ingreso Mínimo Vital, que fue aprobado sin ningún voto en contra. Hasta el líder de Vox, Santiago Abascal optó, en el último minuto por la abstención. No se atrevieron a oponerse a una iniciativa que había aprobado la Conferencia Episcopal y hasta la mismísima patronal.
Lo importante es que desaparezcan los obstáculos para alcanzar un acuerdo de Reconstrucción
La próxima prueba será que el PP apoye el decreto de la nueva normalidad. Será difícil que no lo haga, dado que la gestión de la nueva situación caerá en manos de las comunidades autónomas y que se han recogido en el decreto prácticamente todas las sugerencias hechas por los presidentes autonómicos del PP.
La Justicia también ha contribuido a la tregua. Tras la decisión de la juez Carmen Rodríguez-Medel de archivar el caso del 8-M ha desaparecido la paranoia que existía en el Gobierno de Pedro Sánchez en torno a la existencia de un complot entre un grupo de magistrados y de guardias civiles para hacer caer al Ejecutivo, en una especie de golpe de Estado de salón.
Lo cierto es que no había "indicios suficientes de actuación delictiva para encarcelar al delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco". Nadie convoca y asiste una manifestación sabiendo que es peligroso para su propia salud. La acusación era de locos, por lo que se temía un tsunami, pero ha quedado en una tormenta en un vaso de agua.
Poco a poco van desapareciendo las piedras que había en el camino para que se pueda llegar a buen puerto en los acuerdos sobre la Reconstrucción, que es lo que de verdad es importante. La estrategia de Casado de cargar las tintas en la mala gestión sanitaria para tener un mayor margen entre sus bases para pactar la política económica le está dando buenos resultados. En todas las encuestas de opinión Santiago Abascal al frente de Vox está cayendo en expectativas de voto.
Esto no significa que el PP acabe apoyando los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año; mantendrá una oposición dura pero razonable. En la medida en que las Cuentas del Reino reflejen las líneas maestras de los acuerdos de Reconstrucción, que son las mismas que dicta Europa, se facilitará la gran remontada. El Gobierno sacará adelante unos Presupuestos muy expansivos y con un marcado signo social con el apoyo de los partidos de izquierdas y probablemente con la abstención del PNV y Cs.
Como en la película La tregua (1997) dirigida por Francesco Rosi, después de la angustiosa odisea se llega a un final feliz. Lógicamente los "crispadores" seguirán tocando el bombo, como han puesto de manifiesto la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, y el vicepresidente Pablo Iglesias últimamente. No lo pueden evitar: lo llevan en la sangre. Pero si no hay quien les siga ya será otra cosa.