
La reciente aprobación del impuesto a los envases de plástico no reutilizables alimentó el miedo a que fuera el preámbulo de más subidas en la tributación verde. Especialmente temida resulta el alza de la fiscalidad del diésel.
El Gobierno, sin embargo, la aparca. Se evita así, aunque sólo sea de momento, una medida demoledora. No en vano desincentivaría aún más la compra de coches al tiempo que agravaría la dificultades de la industria del automóvil española. La fabricación de vehículos diésel es la base de esas fábricas y aún lo será, dado el retraso que acumulan en la producción de eléctricos. Lo último que la economía española, por tanto, son los ataques a esta tecnología, ya revistan la forma de impuestos o de declaraciones que instan a prohibirla.