
Al igual que a principios de marzo de 2020 el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró haber llegado a la conclusión de que el virus COVID-19 ha generado una pandemia, yo creo que todos podemos estar de acuerdo en que una vez puestas en marcha las medidas sanitarias, así como un cierto intento de ordenar el desconfinamiento –al hilo de ello soy de la opinión de que nuestra economía nacional debería ser puesta en marcha desde ya-, tocaría reflexionar y enfrentarnos muy seriamente al análisis y debate de qué nuevo orden económico y social mundial queremos.
Un nuevo orden que, lógicamente no se enfrentará con exactitud mimética a los mismos dilemas y problemas a resolver que en Bretton Woods (BW), pero sí que muchos de los detonantes y dilemas allí tratados pueden ahora verse de nuevo en cierta forma reflejados. Aquellos que prepararan esa posible agenda inicial de un "nuevo Breton Woods 2 (BW2)" considerarían cuestiones a debatir tales como proteccionismo, bloques comerciales, orden internacional, crisis, reconstrucción, límites del soberanismo o posiciones ideológicas, entre otros.
Todas las crisis deben servir para reinventar un nuevo orden económico mundial
Se debería aprender del espíritu del Bretton Woods original, de su avance, y desde luego no podría consistir en apostar por un sistema de gobierno, o sistemas de gobierno, basados en la reglamentación y el dirigismo de todos los seres humanos por una serie de gobernantes individuales, y pretender llamar a eso un nuevo orden, en ese caso, y parafraseando unas declaraciones de Roosevelt en 1941 esto "ni sería nuevo ni es orden".
Dicen que toda crisis debe servir para reinventarse, y si la actual, tan desconcertante para muchos, no cumple con ese requisito, sinceramente ya no sé qué debería ocurrir para que se reaccionara en el sentido apuntado. Cuando se trata de una crisis con profundas repercusiones sociales y económicas y que ha afectado al mismo tiempo a prácticamente todos los países del mundo – la OMS citaba ya 114 países en marzo- pero hay que señalarlo, con notables diferencias entre ellos en los niveles de eficiencia y eficacia en su gestión. Aunque se pueda tachar de utopía, verano de 2020 podría ser la fecha para reeditar o iniciar los trabajos preparatorios de esa gran conferencia internacional, justo 76 años después de los que tuvieron lugar en los acuerdos de Bretton Woods con la presencia de 44 naciones en lo que vino a llamarse "un antes y un después en el nuevo orden económico internacional".
Ese nuevo orden económico internacional que había surgido a consecuencia de, y tras la 2ª Guerra Mundial, lograba concretarse en una serie de pilares básicos e históricos, que han tenido una repercusión tal que aún persisten en la actualidad, como fueron la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). Todo ello no sin dificultades y choques antagónicos, como el protagonizado entre Hary Dexter White por EE. UU y John Maynard Keynes por el Reino Unido, pero en los que ante todo prevaleció el espíritu citado al inicio de esta columna. De los otros dos pilares se mantuvo hasta 1971 el mecanismo de tipos de cambio fijos de las divisas asociadas al patrón-dólar, y la equivalencia de éste con el precio del oro.
Hay que apostar por la suficiencia económica y la coordinación mundial de la salud
Y con relación a la propuesta de crear una Organización Internacional de Comercio, al contar inicialmente con la oposición de Estados Unidos no fue hasta 1948 cuando se llegó al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés), precursor de la actual Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin duda, para dotar todo este proceso de legitimidad y fortaleza, deberían asistir el mayor número de países posibles, liderado desde el G-20, y con el asesoramiento del conocido Reinventing Bretton Woods Committee -RBWC, pero sin ningún tipo de exclusión adicional y donde se pusieran encima de la mesa, al igual que se hizo en BW, todos aquellos problemas y retos a resolver y que, como es habitual en economía, diferentes "alertas tempranas" nos han ido anticipando.
En efecto, el COVID-19 podríamos decir que ha sido el detonante, salvando las distancias se asemejaría al que originó BW, es decir la "2ª Guerra Mundial", pero antes de llegar a él diferentes hechos y situaciones nos venían marcando desde hace ya bastantes años que algo había que hacer. Entre esas alertas tempranas de que "algo estaba en ebullición", obviamente de diferente sentido y categorización, me remontaré únicamente, aunque podría irme hacia más atrás, a la siguiente enumeración de hechos: los atentados de las torres gemelas, crisis financiera mundial de 2008 o comúnmente denominada "crisis subprime", la propuesta China de reeditar la ruta de la seda "one belt/one road - The Belt and Road Initiative (BRI)" con las diferentes posiciones que tuvo, las tensiones comerciales y tecnológicas USA-China, el crecimiento desmesurado y sin control de los populismos y nacionalismos, la vuelta a la petición en los debates del FMI en 2009 de "crear una moneda global", los sucesivos anuncios o quejas sobre "guerra de divisas", la nueva geo-estrategia de expansión internacional de China, la creación de nuevas instituciones financieras internacionales por el lado asiático, una cierta sensación de abandono de la clásica política de búsqueda de aliados económicos y comerciales desde el ámbito americano imponiendo por ejemplo aranceles a aliados clave, la intensificación en el ámbito de las divergencias en el ámbito de los países productores de petróleo, los constantes e inacabados debates norte – sur en Europa, las tensiones geopolíticas en la zona del golfo y Región, los diferentes atentados mundiales, los problemas migratorios, las crisis de enfermedades infecciosas anteriores y más.
Demasiadas alertas tempranas a las que, por unos u otros motivos, se han ido poniendo parches transitorios, pero sin parar un momento e intentar ir a la raíz de los problemas. Quizás haya que pensar en acuñar una nueva teoría o paradigma económico global, algo así como la "Global-interrelación" o "Global-interdependencia", que vaya más allá de un simplista debate, en mi opinión de solución óptima imposible, irreal y contrario al avance democrático como es el de "globalización versus desglobalización". Este debate está ya muy manido y toca superarlo para mejorarlo, debemos "resetear la economía", reconsiderar la globalización y el multilateralismo, pero no para denostarlo sino muy al contrario contrastar su sentido positivo, con un amplio acuerdo de consenso en temas básicos de soberanía amplia donde todos nos veamos reflejados e integrados. Cierto es que está el G-7, el G-20, ONU, OCDE, FMI, WB, UE, OMC y otras instituciones internacionales de relieve e interés, no seré yo el que afirme que no cumplen su papel, porque no lo creo y además no sería justo, pero si es cierto que a día de hoy necesitan "reinventarse", un nuevo impulso que considerándolas muy necesarias les dote de fuerza y nuevos objetivos; y que una vez definidos esos nuevos pilares podamos iniciar una nueva era, con soluciones desde las instituciones hacia los países pero también en sentido inverso. Cada país, sus gobernantes, más el conjunto necesario de la sociedad civil, deben fijar las estructuras para debatir y dejar marcado que papel pueden, quieren, y deben jugar en este nuevo orden, ni pueden aislarse, ni deben delegar sus responsabilidades para ser parte de la solución, aunque al mismo tiempo instituciones como las citadas deban poner en marcha toda su maquinaria para ir calando hacia abajo.
No sé, en el momento de escribir estas líneas, cuáles serían los nuevos pilares socio-económicos sobre los que debería gravitar este BW2; pero de lo que sí estoy seguro es de que hay tres aspectos básicos que debería abordar: una es el tema salud/sanitario, debe haber una absoluta apuesta por su suficiencia económica y coordinación mundial que refuerce la resistencia global a las enfermedades infecciosas; otra es el tema de libertades personales y libertad de mercado, no parecería lógico a estas alturas introducir dudas ideológicas sobre la salvaguarda de los principios del orden mundial liberal, por lo que en esta línea se deberían afrontar marcos adecuados de coordinación y prioridades, tanto en la política internacional como nacional; y una última es la asistencia financiera global donde de acuerdo con el nuevo paradigma citado, se apueste por un potente acuerdo multilateral que dote de rigor a largo plazo a las finanzas internacionales y permita gestionar las inevitables externalidades transfronterizas que surgen en una economía global estrechamente "integrada".
Dejamos para otro análisis, una vez resuelto esto, como debería actuar la UE y además cada uno de sus Estados Miembros, que, con los datos en la mano, siempre fríos y tozudos, ha estado claro que unos han actuado mucho más eficientemente que otros. ¿Es utópico?, puede ser, ¿es necesario?, mucho. Por dejar abierto el debate para la próxima columna, a España, nuestro país, históricamente siempre le ha ido mejor, con mayor legitimidad, peso, fuerza, voz y resultados en estos acuerdos, cuando internamente hemos tenido realizados nuestros deberes en una estrategia clara de reformas estructurales eficaces, apostando por la economía productiva, el empleo como mejor medida de progreso social y el crecimiento a largo plazo.